Todas las entradas de: Tomas Andrés Barrero

Acerca de Tomas Andrés Barrero

Profesor asociado, Universidad de los Andes. Colombia

La referencia a eventos

1. Introducción

La referencia puede ser entendida como una relación entre lenguaje y mundo y, si bien ha cambiado cómo dicha relación se define, siempre se trata del estudio de dicha relación (Evans, 1982). La referencia a eventos es, por lo tanto, la relación entre ciertas expresiones lingüísticas y ciertas entidades en el mundo. Así, cuando hablamos de eventos, hablamos de eventos en el mundo y no de una categoría de la semántica de la lengua natural. Cuando hablamos de una explosión, por ejemplo, hablamos de algo que sucedió:

(1) La explosión del artefacto atemorizó especialmente a los parlamentarios andinos. (CORPES XXI)

Aceptar que hablamos de un evento particular en el mundo involucra un realismo respecto de los eventos, como en la propuesta de Davidson (1981), que no está exenta de problemas (Evnine, 1991) ni es la única alternativa posible. Quine (1985, p. 167), por ejemplo, defiende que los eventos deben ser asimilados a objetos o a tipos de constructos sobre objetos. No hay, por lo tanto, una única aproximación metafísica al carácter ontológico de los eventos. Desde una perspectiva davidsoneana, se suele defender que los eventos (como entidades existentes en el mundo) son particulares concretos (y no universales) –puedo hablar de un terremoto, de dos terremotos, de tres terremotos, etc.–; son espaciotemporalmente continuos –la escritura de esta entrada para la enciclopedia ocurre aquí en mi escritorio y ahora, en el momento en que pare, dejará de ser este mismo evento y, cuando vuelva a escribir, pasará a ser otro evento con distintas características– (contra Lemmon, 1963); e interactúan causalmente –el cantar del pájaro afuera de mi ventana causa que pierda mi concentración–. Algunos autores defienden que los eventos son independientes de nuestro conocimiento del mundo, de nuestra cultura y sociedad – un juego de ajedrez puede ser concebido como un evento nominal (Faye, 1989) o como un hecho social (Searle, 1995), pero no como un evento particular concreto–. Más allá de las características ontológicas que se acepten, se suele defender que la lengua es usada para hablar de eventos y que es posible establecer una relación entre un término singular y aquella entidad particular a la que referimos (Davidson, 1981).

2. La referencia a eventos

La referencia a eventos se da a partir del uso de ciertas expresiones lingüísticas que nos permiten seleccionar eventos. Sin embargo, esa selección no se da solo mediante la emisión/enunciación de una expresión referencial. La cooperación (Grice, 1975) debe ser considerada para que el acto de referencia sea exitoso (Clark y Bangerter, 2004). Para referir es necesario, entonces, usar ciertas expresiones con la intención (Anscombe, 1963) de referir en un contexto comunicativo determinado (Korta y Perry, 2011). Para referir a eventos, podemos, por ejemplo, usar descripciones definidas que contengan sustantivos de evento (como “tormenta”, “corrida”, “patada”, entre otros) en un contexto que le permita a la audiencia saber que estoy hablando de un evento determinado.

En lingüística, los sustantivos de evento suelen ser definidos como aquellos que no se relacionan con objetos físicos, sino con “acontecimientos o sucesos (Bosque, 1999, p. 51) y deberían poder formar términos singulares que puedan ser usados para referir a eventos. Estos sustantivos pueden ser simples, como “tormenta”, pueden formarse a partir de una transformación de un verbo en un nombre (de “construir” obtenemos “construcción) o a partir de la transformación de un nombre en un sustantivo de evento (de “bicicleta formamos “bicicleteada”). Los dos últimos procesos son conocidos en lingüística como nominalizaciones.

Hay, a primera vista, tres formas reconocidas para referir a eventos: la primera resulta de la construcción de un término singular con una nominalización de evento (como “la explosión del artefacto”), la segunda resulta de un término singular con un sustantivo de evento simple que no se relaciona con una nominalización (como en “El maremoto del sudeste de Asia”) y, la tercera se da mediante el uso de nombres propios de evento (como los que suelen darse a huracanes, como el huracán “Katrina”). Aunque estos términos singulares pueden aparecer en distintas posiciones sintácticas, la posición de sujeto  puede ser entendida como la prototípicamente referencial. Es en ella en la que podemos atribuirle propiedades a los eventos a los que referimos, como puede observarse de (2) a (4):

(2) La explosión del artefacto atemorizó especialmente a los parlamentarios andinos. (CORPES XXI)

(3) El maremoto del sudeste de Asia tuvo un efecto revulsivo sobre todos los terrícolas. (CORPES XXI)

(4) Así, Katrina deja su huella en ambos lados del golfo de México. (CORPES XXI)

Estas expresiones eventivas son usadas para referir a eventos y para identificar aquellos eventos de los que se habla a partir de relaciones causales que tuvieron con otros eventos. En los tres ejemplos, el hablante (o el escribiente) tiene la intención de atribuirle ciertas consecuencias a tales eventos: la explosión atemoriza, el maremoto causa revulsión y Katrina deja huellas. La posibilidad de construir términos singulares con sustantivos de evento y nombres propios le permite al hablante referir al evento particular (Davidson, 1981; Vendler, 1967).

3. Características de los términos singulares que se usan para referir a eventos

Debido a que se asume en esta entrada que los eventos son entidades particulares concretas, espaciotemporalmente continuas, que interactúan causalmente y son independientes de nuestra cultura y osicedad (Davidson, 1981; Cleland, 1991; Simons, 2003; Polakof, 2017), es posible establecer que no todo sustantivo de evento podrá ser usado para referir a un evento particular. Hay sustantivos, como “construcción y “guerra”, que –aunque puedan formar términos singulares como “la construcción” y “la guerra– no pueden estar relacionados con eventos particulares. El primero involucra semánticamente dos subeventos, una actividad que causa un estado resultante (Pustejovsky, 1995; Polakof, 2013), por lo que no puede relacionarse a priori con un único evento. El segundo, que puede ser clasificado como una actividad, pertenece a la clase de entidades que pueden ser declaradas. No es independiente de nuestra cultura y de nuestra sociedad, por lo que es posible preguntar si refiere a un único evento o si refiere, por otro lado, a un evento nominal (Faye, 1989) o a un hecho social (Searle, 1995). El problema, entonces, se reduce a ver si es posible establecer ciertos criterios lingüísticos que permitan dar cuenta de cuándo un término singular refiere a un evento particular y cuándo no.

Se han propuesto varios criterios lingüísticos que permiten diferenciar sustantivos de evento complejos -como “construcción– de sustantivos de evento simples –como “examen– (Grimshaw, 1990; Alexiadou, 2001; Resnik, 2010, Polakof, 2013). Sin embargo, existe poca literatura sobre criterios de referencia a eventos. Por este motivo, nos centramos en el trabajo de Polakof (2017) que argumenta que es posible proponer criterios que permitan diferenciar términos que pueden referir a eventos particulares, de los que no. Estos criterios deben permitir establecer cuándo no referimos a un evento particular concreto debido a que no es un particular concreto, y cuándo no referimos a ellos porque estamos hablando de hechos sociales. De la misma manera, debe permitirnos reconocer cuándo sí pueden ser usados para referir a eventos particulares concretos.

Para reconocer cuándo un término singular puede ser usado para referir a un único evento concreto, primero, deben: poder combinarse con predicados extensionales como “mirar”/“oír”/“ocurrir”/“tener lugar”, poder ser modificados por adjetivos eventivos como “fuerte” y “rápido”, y por modificadores durativos como “de 2 horas”. Segundo, deben aparecer en singular y no ser modificados por palabras como “frecuente” y “constante”, ni ser modificados por adjetivos colectivos como “populoso” y “numeroso”. Dado que, en estos casos, el sustantivo ya no conformaría un término singular.

Para reconocer cuándo no refieren a un evento sino a un hecho social, no deben  ser argumentos de formas performativas como “declarar” y “defender”, ni ser argumentos de verbos como “ganar” o “jugar”, ni ser modificados por adjetivos relacionales como “nacional” (Polakof, 2017a). Como nos ocupa la referencia a eventos particulares, estos criterios permiten descartar todo término singular que pueda ocurrir en esas estructuras.

Los primeros criterios nos aseguran que sean concretos, pues suele suponerse que solo entidades concretas pueden ser percibidas, ser fuertes o rápidas y tener cierta duración. Los segundos se relacionan con la particularidad. Se habla de la referencia a un único evento, por lo que los términos deben ser singulares y no pueden combinarse con palabras que implican la reiteración del evento como “frecuente. Los últimos se relacionan con el hecho de que los eventos no son hechos sociales, y por lo tanto no pueden ser declarados, ganados ni nacionales. Veamos algunos ejemplos:

(5) (….) Bush declaró la guerra global al terrorismo. (CORPES XXI)

(6) La constante construcción de rellenos, puertos deportivos, muelles y otras modificaciones artificiales de la costa, están produciendo un grave daño. (CORPES XXI)

(7) Ganamos el partido con un fútbol estelar. (CORPESXXI).

Es posible observar que un sustantivo como “guerra integra descripciones que pueden combinarse con verbos como “declarar” y ser modificadas por adjetivos relacionales como “global”, en (5). Por este motivo, podemos establecer que, si se corresponde con algo, no es con un evento particular. Lo mismo puede ser dicho de “construcción”, que aparece modificada por “constante”, en (6), y de “partido”, que puede ser complemento de un verbo como “ganar”, en (7). De esta manera, se eliminan los sustantivos de evento que no pueden ser usados para referir a eventos particulares. Los términos singulares que incluyen dichos sustantivos se relacionan o con cuestiones socio-culturales, o con múltiples eventos. Los sustantivos de evento que pueden ser usados para referir a eventos particulares no pueden formar términos singulares que puedan combinarse con verbos como “declarar”, “ganar” y “jugar”. Tampoco, pueden ser modificados por adjetivos relacionales, ni ser modificados por “frecuente” y “constante” sin tener una interpretación de iteración –significado que no es necesario con sustantivos como “construcción”, como puede observarse en:

(8) *Él declaró/defendió la tormenta/ la explosión.

(9) *Ganamos la tormenta/ la explosión.

(10) #La explosión/#la tormenta frecuente/constante produce daños al medio ambiente.

Los últimos ejemplos resultan anómalos semánticamente debido a distintas incompatibilidades. No es posible declarar eventos particulares, por lo que el resultado da una oración que no puede ser interpretada naturalmente, en (8). No es posible ganar una tormenta, por lo que la combinación entre el verbo y el término singular, en (9), resulta agramatical. Aunque sea posible que haya tormentas o explosiones frecuentes, dicha combinación implica que se habla de múltiples eventos y no se refiere, en esos casos, a un evento particular, como en (10). La consideración de los criterios en su totalidad nos permite determinar qué términos singulares constituidos por sustantivos de evento pueden ser usados para referir a un evento particular.

Finalmente, es posible observar que esos términos singulares que no pueden combinarse con modificadores que indicarían múltiples eventos o hechos sociales, sí pueden combinarse con elementos que nos ayudan a señalar que estamos frente a un evento particular:

(11) La fuerte tormenta causó otro choque. (CORPES XXI)

(12) La caída del aparato se produjo en un aeródromo cerca de la localidad fronteriza de Valença do Minho, y tuvo como consecuencia la muerte de Pío Jesús López. (CORPES XXI).

En (11), tenemos la combinación de un nombre simple de evento “tormenta” con “fuerte” presentado como la causa de otro evento.  En (12), tenemos un término singular formado con una nominalización de evento, “caída”, que puede ser ubicado espacio-temporalmente y causa otro evento que es la muerte de una persona.

En el caso de los nombres propios, los criterios cambian. Su presencia resultaría agramatical en varias de las estructuras consideradas, pues no pueden ser modificados, aunque sí pueden aparecer –como los otros términos singulares que analizamos– en construcciones que evidencian la singularidad del evento. En (13), podemos localizar al huracán particular en un lugar determinado en un tiempo determinado gracias al uso del nombre propio “Katrina”:

(13) Katrina llegó a Nueva Orleans el lunes 29. (CORPES XXI)

Estos breves ejemplos muestran que los criterios presentados son suficientes para diferenciar entre sustantivos de evento que pueden ser usados para referir a eventos particulares, pues cumplen los criterios establecidos, de aquellos que no. A su vez, se ha evidenciado que los nombres propios ocurren en contextos que permiten referir singularmente a eventos. Además de cumplir con estos criterios lingüísticos, los términos deben ser usados por un hablante con la intención (Anscombe, 1963) de que su audiencia pueda saber de qué cosa específica habla y qué predica sobre ella (Korta y Perry, 2011). Es decir, que aquellas personas que nos escuchan puedan saber de qué evento en particular hablamos.

4. Conclusiones

Es posible referir a eventos particulares mediante el uso de descripciones definidas que contienen sustantivos de evento (que pueden ser nominalizaciones deverbales o nombres simples de evento) para referir a eventos (Davidson, 1981; Vendler, 1967). Es posible, también, referir a eventos mediante el uso de nombres propios como “Katrina. El uso de la lingüística permite perfeccionar la técnica que nos permite establecer con qué expresiones referimos a eventos. Es importante reconocer que, en esta entrada, se ha tratado a los eventos como particulares concretos y se ha analizado únicamente la referencia singular  a eventos. No se han considerado otras posibilidades como hacer referencia a eventos mediante indéxicos o demostrativos.  Por esto, se ha hablado de términos singulares, de número singular y de eventos particulares. Esta breve entrada ha mostrado que podemos analizar la referencia teniendo en cuenta criterios semántico-sintácticos, además de criterios pragmáticos.

Ana Clara Polakof
(Universidad de la República – Uruguay)

Referencias

  • Alexiadou, A. (2001): Functional Structure In Nominals: nominalization and ergativitiy, Amsterdam/ Philadelphia, John Benjamins Publishing Company.
  • Anscombe, G.E.M. ([1957] 1963): Intention, 2ª ed., Cambridge/Massachusets/London, Harvard University Press.
  • Bosque, I. (1999): “Sustantivos eventivos”, en Bosque, I. y V. Demonte, Dirs., Gramática descriptiva de la lengua española, Tomo 1, Capítulo 1, §1.5.2.4, pp. 51-53, Madrid, Espasa.
  • Clark H. H. y A. Bangerter (2004): Changing Ideas about Reference, en NOVECK, I.A. y D. SPERBER, eds., Experimental pragmatics, London, Routledge, 2004. p. 25-49
  • Cleland, C. (1991): “On the individuation of events”, en Synthese, 86, pp. 229-254.
  • Davidson, D. ([1981]2001): Essays on actions and events, Berkeley, University of California.
  • Evans, G. (1982): The Varieties of Reference, Oxford, Clarendon Press.
  • Evnine, S. (1991): Donald Davidson, Stanford, Stanford University Press.
  • Faye, J. (1989): The reality of the future: An essay on time, causation and backward causation, Odense, Odense University Press.
  • Grice, H.P. (1975): Logic and conversation, en Cole, P. y J. L. Morgan, eds., Syntax and Semantics, Vol. 3, Speech Acts, New York, Seminar Press, p. 113-28.
  • Grimshaw, J. (1990): Argument Structure, Cambridge/ Massachusetts/ London, The MIT Press.
  • Korta, K. y J. Perry. (2011): Critical Pragmatics. An Inquiry into Reference and Communication, Cambridge, Cambridge University Press.
  • Lemmon, J. (1967 ): “Comments on D. Davidson’s”, en RESCHER, N. ed., The Logic of Decision and Action, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, pp. 96-103.
  • Polakof, A.C. (2013): “La estructura funcional de las nominalizaciones deverbales de evento y resultado a partir de verbos de realización”, en Anuari de Filologia. Estudis de Lingüística, 3, pp. 113-144.
  • Polakof, A.C. (2017): “Why are events, facts, and states of affairs different?”, en Disputatio,44, pp. 99-122.
  • Polakof, A.C. (2017a): “La referencia a eventos y su soporte lingüístico”, en Rasal: Lingüística, pp. 137-154.
  • Pustejovksy, J. (1995): The Generative Lexicon, Cambridge, MIT Press.
  • Quine, W. (1985): “Events and Reification”, en LePore, E. y B. McLaughlin, eds., Actions and Events, Basil Blackwell, New York, pp. 162-71.
  • Real Academia Española: Banco de datos (CORPES XXI) [en línea]. Corpus del Español del Siglo XXI (CORPES). <http://www.rae.es> [consultado e19/11/2020]
  • Resnik, G. (2010): Los nombres eventivos no deverbales en español, Tesis de doctorado. Barcelona, Universitat Pompeu Fabra.
  • Searle, J. (1995): The Construction of Social Reality, New York, The Free Press.
  • Simons, P. (2005): “Events”, en Loux M. J. y D. W. Zimmerman, eds., The Oxford Handbook of Metaphysics, pp. 357-385, Oxford/New York, Oxford University Press. DOI: 10.1093/oxfordhb/9780199284221.003.0013
  • Vendler, Z. (1967): “Facts and events”, en Linguistics in Philosophy, p.122-146.
Cómo citar esta entrada

Polakof, Ana (2020): “La referencia a eventos”, Enciclopedia de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (URL: http://www.sefaweb.es/la-referencia-a-eventos/).

Proposiciones singulares

Si todo se reduce a lo Uno, ¿a qué se reduce lo Uno?
Kōan o enigma Zen
Mumon Ekai. La puerta sin puerta.

1. Introducción

Cuando pensamos acerca de objetos y predicamos cosas sobre ellos, lo hacemos de muchas formas. Decimos que los ecosistemas del mundo están en peligro, que el presidente de la nación más poderosa del mundo subestimó los efectos del covid-19, que Almodóvar es un director de cine español o que esta es la introducción de una entrada de enciclopedia.

Todas estas formas en las que pensamos cosas sobre el mundo se pueden agrupar en categorías proposicionales diferentes. Así, al emplear una oración como:

(1) Este café está caliente,

expreso una proposición que puede ser verdadera o falsa y que tiene una estructura que se corresponde, aproximadamente, con la estructura de (1). La proposición tiene varias partes, una de estas partes se corresponde con el sujeto de la oración (“Este café”) y otra con el predicado (“está caliente”).

Ahora bien, la proposición que expreso mediante (1) contrasta con la que expreso usando la oración:

(2) El café que está en la taza que tengo al frente está caliente.

El contraste no tiene que ver con el objeto al que se refieren o lo que predico de él, pues son lo mismo. Aunque en (1) y (2) se emplean diferentes palabras, el contraste entre ellas no tiene que ver tanto con las palabras como con lo que parece una estructura proposicional diferente.

En efecto, parece que la oración (2) expresa una proposición general; específicamente, una proposición con contenido descriptivo que involucra una condición (“ser el café que está en la taza que tengo al frente”) que debe ser satisfecha por un único objeto para que (2) exprese algo verdadero. En cambio, la oración (1) no parece expresar un contenido descriptivo, más bien parece expresar una proposición singular cuyo contenido involucra de una manera más directa al objeto del que se habla. De aquí que se considere que la estructura proposicional de (1) contraste con la de (2).

Si existe tal contraste, lo que pensamos o expresamos acerca del mundo se clasifica en al menos dos categorías según la estructura de su contenido: por un lado, tenemos proposiciones singulares; por otro, proposiciones generales o descriptivas.

No es obvio que existan estos dos tipos de proposiciones y, de hecho, siguiendo una lectura puramente descriptivista de Frege (1892), se puede llegar a dudar de la distinción, ya que, según esta lectura, las proposiciones aparentemente singulares no son más que proposiciones generales con contenido descriptivo. Bajo esta lectura, el sujeto de la oración (1) expresa, como el sujeto oracional de 2), una condición descriptiva que debe satisfacer un único objeto para que lo que expresa (1) sea verdad; la diferencia entre (1) y (2) radica en que (1) abrevia una condición descriptiva que (2) hace explícita.

En lo que sigue, se hará un recuento de algunas de las motivaciones para mantener que existe una distinción entre proposiciones singulares y descriptivas. Además, se revisarán algunas de las posturas sobresalientes que han pretendido dar cuenta de la estructura de las proposiciones singulares.

2 Razones a favor de las proposiciones singulares

Una de las motivaciones para la postulación de proposiciones singulares como una categoría distinta de las descriptivas está relacionada con el poco éxito de la lectura puramente descriptivista de Frege.

Frege (1892) es conocido por apoyar la distinción entre el sentido de una expresión y su referente. De acuerdo con ella, un nombre como “George Elliot” tiene un referente, la persona en el mundo que es la portadora de este nombre, y un sentido, que es un modo de presentación del referente y que, de acuerdo con la lectura descriptivista, corresponde a un contenido descriptivo. En este caso, el sentido sería una condición que satisface de manera única el referente del nombre “George Eliot”; por ejemplo, la condición expresada por la descripción “la persona que sustenta la autoría de Middlemarch”.

Frege estaba convencido de la legitimidad de su distinción porque esta permite explicar las diferencias en valor cognitivo. Decimos que una persona racional y competente asocia diferentes valores cognitivos a dos proposiciones si puede, sin contradicción, aceptar una de ellas y negar (o dudar o tener una actitud diferente hacia) la otra. Frege encuentra que si no hacemos la distinción sentido-referencia, no podríamos explicar las diferencias en valor cognitivo de las proposiciones expresadas por:

(3) George Eliot es mujer,

y

(4) Mary Anne Evans es mujer.

Un hablante racional y competente podría rechazar la afirmación hecha por (3) y aceptar la hecha con (4) y, por tanto, asociar valores cognitivos diferentes a estas oraciones. Dado que los nombres “George Eliot” y “Mary Anne Evans” refieren al mismo individuo, si el contenido de estas expresiones se agotara con su referente, no sería posible que el hablante en cuestión tomara actitudes contrarias hacia las afirmaciones hechas por (3) y (4) (ni que adquiriera un nuevo conocimiento al descubrir que George Elliot es Mary Anne Evans). Pero, como esto sí es posible, el contenido de los nombres en cuestión no puede agotarse en su referente, de modo que debe postularse un sentido.

La lectura descriptivista nos dice que el sentido, para términos presuntamente singulares como nombres propios, indéxicos, demostrativos y obviamente las descripciones definidas, está determinado por una condición descriptiva identificadora; esto es, una condición que satisface de manera única el referente del término. Esta lectura de Frege, aunque nos da pistas al respecto de lo que puede ser un sentido y explica las diferencias en valores cognitivos, tiene problemas. Kripke (1981) señala varios de ellos.

Según Kripke, un hablante competente con un nombre propio como “George Eliot” no siempre tiene disponible una condición descriptiva identificadora asociada a dicho nombre y, a veces, puede referir al portador del nombre asociando una descripción que este no satisface. Así, un hablante puede lograr referir a George Eliot aunque solo asocie a su nombre la condición expresada por “una famosa escritora británica”, descripción que no es identificadora (la autora de Harry Potter también la satisface). También podría lograr referir a George Eliot aunque asocie a su nombre el contenido descriptivo de “el autor (masculino) de Middlemarch”, descripción que no satisface George Eliot.

No solo los nombres propios, también expresiones demostrativas como “esto”, “eso”, “aquello” y expresiones indéxicas como “yo”, “aquí” y “ahora” parecen resistirse a un análisis descriptivista. Perry (1993b, 1997, 2006) presenta varios ejemplos de ello, algunos tienen que ver con amnésicos o personas que han perdido el rastro del tiempo o del lugar en el que están: una persona que haya perdido la memoria de tal modo que no recuerde descripciones identificadoras de su propia persona puede, en principio, expresar pensamientos acerca de sí misma usando oraciones que contienen el pronombre de la primera persona del singular como “yo he perdido la memoria”.

Algo similar, dice Perry, se aplica al caso de “ahora” u “hoy”, como ilustra el caso de Rip Van Winkle. Este personaje se despierta luego de estar 20 años en un sueño profundo, pensando que no ha pasado más que un día. Al despertar, la descripción que Van Winkle asocia a expresiones como “ahora” u “hoy” es “el día 20 de octubre de 1803”. Sin embargo, esta descripción no es satisfecha por el momento en el que despierta: el día 20 de octubre de 1823. No obstante, no diríamos que Van Winkle falle en expresar proposiciones acerca del momento en el que despierta cuando usa expresiones como “ahora” u “hoy”.

Aun si los defensores de la lectura descriptivista logran mostrar que algunos de los nombres propios, expresiones demostrativas e indéxicas que comúnmente usamos tienen un contenido descriptivo, hay razones para pensar que existen términos que tienen un contenido irreducible a un contenido descriptivo. Una de estas razones es expuesta por Strawson (1959).

Para Strawson, es cierto que podemos identificar objetos acerca de los que hablamos a través de descripciones definidas que estos satisfacen de manera única; sin embargo, para que podamos tener pensamientos acerca de ellos es necesario que podamos identificar a algunos de ellos de una forma no descriptiva. A esta forma de identificación Strawson la llama identificación demostrativa. La identificación demostrativa no depende de asociar una condición descriptiva a un objeto, sino de ser capaz de discriminar a este objeto de otros a través de la percepción que se tiene de él. Así, para Strawson, nuestro pensamiento acerca de objetos depende, en última instancia, de que podamos percibir a algunos de ellos y, así, identificarlos de una forma diferente a la de asociar una condición descriptiva. Esto sugiere que los pensamientos que tenemos acerca de objetos que identificamos demostrativamente, pero no descriptivamente, son pensamientos con un contenido proposicional irreductiblemente singular.

El argumento de Strawson para mostrar que la identificación demostrativa, no-descriptiva, es fundamental para tener pensamientos acerca de objetos en el mundo es conocido como el argumento de la reduplicación masiva: decimos que un mundo es reduplicado masivamente cuando cada objeto en dicho mundo tiene al menos un duplicado, cualitativamente idéntico, coexistente en otra región espaciotemporal de ese mismo mundo. Así, por ejemplo, Luis, un habitante de un mundo reduplicado, tiene un gemelo idéntico, Luis*, que habita en una región cualitativamente idéntica, y seguramente muy distante, a la que Luis habita. Luis cree que su esposa, Diana, es encantadora. Dado que Luis* es cualitativamente idéntico a Luis, Luis* también cree que su esposa, Diana* (la gemela idéntica de Diana), es encantadora.

En este mundo reduplicado, si Luis tiene un pensamiento acerca de Diana que expresa mediante la oración “Diana es encantadora”, el contenido del nombre “Diana” no puede ser puramente descriptivo, debe estar fundado en una identificación demostrativa; es decir, debe estar fundado en un contenido singular. Esto porque si el nombre “Diana” estuviera asociado a una condición puramente descriptiva, dicha condición descriptiva no será identificadora, pues cualquier propiedad puramente descriptiva que Diana satisface, también será satisfecha por Diana*; de modo que, si el contenido de “Diana” fuera puramente descriptivo, dicho nombre no referiría únicamente a Diana y, consecuentemente, la proposición que Luis expresa mediante “Diana es encantadora” no sería más acerca de Diana que de Diana*. Por tanto, para que la oración “Diana es encantadora” exprese una proposición acerca de Diana, y únicamente acerca de ella, el nombre “Diana” debe asociarse a una identificación no-descriptiva que vincule a Diana con Luis. Este vínculo es la identificación demostrativa: gracias a ella, Luis se vincula de manera única con Diana, dado que ella, u otras personas alrededor de ella, pero no sus duplicados, son objetos de la percepción de Luis.

Esta conclusión también se aplica a un mundo no reduplicado como, presumiblemente, el nuestro: nuestro mundo podría ser reduplicado, si lo fuera, es razonable suponer que los pensamientos que tenemos determinadamente acerca de objetos no dejarían de ser acerca de estos objetos para ser acerca de sus duplicados. Pero, para que no dejen de ser determinadamente acerca de sus objetos, tenemos que suponer que, aun sin reduplicación, dichos pensamientos tienen un componente irreductiblemente singular.

El argumento de la reduplicación tiene, como cualquier argumento, puntos débiles. Por ejemplo, en su forma original, es incompatible con el principio de la identidad de los indiscernibles (si A y B son cualitativamente idénticos, A y B son numéricamente idénticos). Si dicho principio se muestra inviolable, el argumento de Strawson no lograría su objetivo (aunque Fitch & Nelson (2018) exponen una versión del argumento de la reduplicación compatible con el principio de la identidad de los indiscernibles). No obstante, las dificultades expuestas en esta sección, junto con las intuiciones detrás del argumento de la reduplicación, han hecho tentador inclinarse por una concepción de las proposiciones singulares como diferentes, e irreducibles a, proposiciones descriptivas. Una de estas concepciones, como veremos, revive una propuesta de Bertrand Russell (1912, 1914-19).

3 Proposiciones singulares russellianas y sentidos de re

A Russell se le atribuye, como a Frege, una concepción descriptivista, principalmente debido a las consecuencias de su análisis de las descripciones (Russell 1905). Sin embargo, Russell mismo admite, sin contradicción con esta atribución, que podemos pensar y expresar proposiciones cuyo contenido es irreduciblemente singular; esto porque aunque muchos términos que llamamos “singulares” realmente no lo son, hay términos que son genuinamente singulares. A estos últimos no se aplica la lectura descriptivista. Pero, ¿cuáles son esos términos genuinamente singulares? Para responder a esta pregunta, es útil precisar qué es una proposición singular russelliana.

Para Russell, una proposición singular expresada mediante una oración de la forma “a es F” es una proposición en cuyo contenido no figura un sentido de “a”, sino el referente mismo de “a”. Esto significa que las proposiciones singulares russellianas son proposiciones que tienen como componentes a los objetos mismos a los que aluden.

Resulta extraño que la proposición que expreso mediante “La Torre Eiffel es enorme” tenga como uno de sus componentes a la mismísima Torre Eiffel. No obstante, en la versión original de su propuesta, Russell no admite que podamos pensar o expresar proposiciones singulares acerca de objetos externos. De hecho, el tipo de objetos acerca de los que podemos pensar proposiciones singulares es más bien reducido.

Según Russell, para pensar proposiciones acerca de un objeto se tiene que cumplir con un exigente requisito epistemológico; a saber, tener conocimiento directo (acquaintance) de ese objeto; desafortunadamente, solo podemos tener conocimiento directo de objetos sobre los que no podemos tener errores de identificación. Esto hace que el requisito del conocimiento directo sea muy exigente, pues implica que no podemos tener pensamientos acerca de ningún objeto material independiente de la mente (precisamente, este es el tipo de objeto que usualmente fallamos en identificar). Los objetos de los que podemos tener tal conocimiento se reducen a unos cuantos: universales, datos de los sentidos (entidades mentales que son, siguiendo a Russell, los objetos inmediatos de la percepción) y, quizás, el yo. Los universales son los componentes de las proposiciones generales, mientras que los datos de los sentidos y el yo son componentes típicos de las proposiciones singulares.

Así, para responder a la pregunta con la que comenzó esta sección, los términos genuinamente singulares son, para Russell, los términos que refieren a datos de los sentidos o al yo. Son estos los únicos términos con los que podemos expresar proposiciones singulares.

En consecuencia, cuando expreso una proposición mediante una oración como:

(5) Este bistec está bien cocido,

no expreso una proposición singular acerca del bistec; pues, en estricto sentido, la proposición que expreso con (5) es la misma o similar a la que expresaría descriptivamente con una oración como:

(6) El objeto que causó esto está bien cocido,

donde “esto” es un término que refiere, no al bistec, sino al dato de los sentidos que, presumiblemente, es causado por el bistec cuando lo percibo.

El término “esto”, como es usado en (6), a diferencia de “este bistec”, sí es un término genuinamente singular y, por tanto, puede ser usado para expresar proposiciones singulares sobre datos de los sentidos.

La idea de que las proposiciones singulares son aquellas en las que sus objetos figuran como constituyentes ha gozado de cierta popularidad, no así la idea de que el conocimiento directo se limita a los datos de los sentidos, los universales y el yo. En efecto, además de que postular datos de los sentidos ya no es una práctica muy común entre los filósofos, autores como Kaplan (1977, 1989), Perry (2006) y Campbell (2002) son representantes de una importante tradición neo-russelliana que aboga por la idea de que las proposiciones singulares son russellianas, en el sentido en que los objetos sobre los que versan son sus constituyentes, pero dichos objetos pueden ser objetos externos, ya sea porque (como Kaplan) se niega que el conocimiento directo sea condición necesaria para pensar proposiciones singulares o porque (como Campbell) se piensa que podemos tener conocimiento directo de objetos independientes de la mente como personas, animales y otros objetos materiales macroscópicos.

La concepción neo-russelliana de las proposiciones singulares no es la única concepción disponible acerca de la estructura de las proposiciones singulares. Existe una concepción neo-fregeana, contraria a la lectura puramente descriptivista de Frege, que considera que la distinción sentido-referencia puede, y debe, acomodarse para dar cuenta de la naturaleza de las proposiciones singulares. Esta concepción neo-fregeana se asocia a los desarrollos de Evans (1982) sobre la identificación demostrativa y a la defensa de McDowell (1984) de la noción de sentidos de re.

De acuerdo con la concepción neo-fregeana, es cierto que podemos pensar proposiciones irreductiblemente singulares acerca de objetos independientes de la mente; sin embargo, esto no implica, como cree el neo-russelliano, que los objetos acerca de los cuales pensamos cuando pensamos proposiciones singulares sean sus constituyentes. Esto porque, una vez que el neo-russelliano levanta la estricta condición de Russell y admite como constituyentes a objetos externos, se vuelve susceptible al ya expuesto argumento de Frege para sustentar la distinción sentido-referencia: si toda la contribución que hace un término singular en una oración que expresa una proposición se reduce al objeto al que el término refiere, no se podría explicar la diferencia en valores cognitivos que un hablante, competente y racional, puede asociar a dos oraciones de la forma “a es F” y “b es F”, cuando “a” y “b” refieren al mismo objeto.

Así, por un lado, tenemos varias razones para pensar que hay proposiciones singulares cuyo contenido no puede ser reducido a un contenido puramente descriptivo o general, pero, por otro lado, tenemos que la contribución que hace un término singular no puede ser simplemente el objeto al que el término refiere. Para resolver esta tensión, propone el neo-fregeano, lo más sensato es postular sentidos, diferentes a sus referentes, que no pueden reducirse a un contenido general o descriptivo, esto es, sentidos de re.

Siguiendo a McDowell, los sentidos de re, además de ser irreducibles a un contenido descriptivo, tienen otras dos características: en primer lugar, son modos de presentación que dependen esencialmente, como sugería Strawson, de la presencia percibida de los objetos; en segundo lugar, son modos de presentación cuya existencia es dependiente del objeto: si no existe el objeto acerca del cual es una proposición singular, no existe tampoco un sentido de re como modo de presentación de tal objeto y, consecuentemente, no habrá una proposición singular completa acerca de ese objeto disponible para ser pensada o expresada (McDowell, 1984).

4. Conclusión

Hay varias razones para pensar que existen proposiciones irreduciblemente singulares y al menos dos posturas rivales (neo-russelliana y neo-fregeana) acerca de la estructura de estas proposiciones. Comprometerse con una u otra postura implica enfrentarse con dificultades dignas de un kōan o enigma zen; pero este ha sido justamente uno de los atractivos del debate.

Manuel Alejandro Amado González
(Universidad Nacional de Colombia)

Referencias

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  • FREGE, G. (1892) ‘Sobre Sentido y Referencia’. En: La Búsqueda del Significado. Luis M. Valdés Villanueva (ed.). Tecnos, Madrid. 1991, pp. 24-45.
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  • ____ (1989) ‘Afterthoughts’. En: Themes from Kaplan. John Perry, Joseph Almog, Howard Wettstein (eds.). Oxford University Press, Oxford, N.Y. 1989.
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  • ____ (1912) Los Problemas de la Filosofía. Joaquín Xirau (trad.). Labor, Barcelona. 1986.
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  • STRAWSON, P. (1959) Individuos: Ensayo de Metafísica Descriptiva. Alfonso García y Luis M. Valdés (trad.). Taurus, Alfaguara. Madrid, 1989.

Lecturas recomendadas

  • EVANS, G. (1996). Ensayos Filosóficos. (Trad.) Alejandro Tomasini. UNAM, México.
  • JESHION, R. (2010). New Essays on Singular Thought. Oxford. Clarendon Press.
Cómo citar esta entrada

AMADO, Manuel (2020) “Proposiciones Singulares”, Enciclopedia de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (URL: http://www.sefaweb.es/proposiciones-singulares/).