1. Introducción
Los pronombres (palabras como «yo», «ella», «esto» o «eso») presentan diversos rasgos que los convierten en expresiones de relevancia para la filosofía del lenguaje contemporánea. El presente artículo tiene como objeto analizar sus dos roles semánticos primordiales – el deíctico y el anafórico – y las principales propuestas que se han esbozado para dar cuenta de los mismos, así como mencionar algunas de las repercusiones de esta disputa sobre otros debates filosóficos.
2. Las semántica de los pronombres: las funciones anafórica y exofórica
Una de las principales particularidades de los pronombres es su capacidad para ejercer dos roles semánticos claramente diferenciados. Por un lado, pueden ser usados para hablar de objetos o individuos contextualmente destacados, como en la oración siguiente:
(1) Ella es alta (dicho señalando a alguien).
Por otro lado, su valor semántico también puede depender de otros elementos de la oración, como en los siguientes ejemplos (donde dos elementos cualesquiera comparten subíndice cuando dependen semánticamente el uno del otro, en un sentido que aclaramos en la siguiente sección):
(2) [Cada uno de los estudiantes]i dijo que era éli quien había obtenido la mayor nota.
(3) Laurai dijo que ellai había vuelto a casa temprano.
(4) Todo granjero que tiene [un burro]i lei pega.
Su interpretación, en resumidas cuentas, puede depender o bien del contexto extralingüístico (función deíctica o exofórica) o bien del lingüístico (función anafórica). Aunque existe cierta tendencia a considerar ambos roles como dos caras de la misma moneda, especialmente en el caso de las teorías que modelan los pronombres como variables, lo cierto es cada uno de estos usos ha generado su propia batería de rompecabezas filosóficos específicos. Pasemos, pues, a repasar algunos de los problemas centrales asociados a cada una de estas funciones.
2.1 La función exofórica: ¿fregeanismo o referencia directa?
Como acabamos de mencionar, un pronombre es usado exofóricamente si se emplea para hablar acerca de alguna entidad externa al discurso. El principal debate acerca de esta función versa sobre si los pronombres pueden ser usados para hablar directamente acerca de entidades (referencia directa) o si su contribución proposicional es algún tipo de contenido descriptivo que sirve para individuar a la entidad bajo discusión (fregeanismo). Consideremos, como ejemplo ilustrativo, una emisión de (1) acompañada de un gesto ostensivo hacia Isabel II. Valiéndonos de la concepción russelliana de las proposiciones como entidades estructuradas, podemos afirmar que la proposición expresada en este ejemplo sería, de acuerdo con los partidarios de la referencia directa, la que podemos representar como el par ordenado de (1a), que contiene al individuo referido como constituyente:
(1a) <Isabel II, ser alta>
Los fregeanos (Frege 1918), por su lado, sostendrían que la contribución del demostrativo vendría dada por un contenido descriptivo similar al representado en (1b):
(1b) <La mujer señalada, ser alta>
La teoría usualmente asumida como estándar es la referencia directa, prefigurada ya en la obra de Bertrand Russell (1911, 1948) y popularizada sobre todo a partir del trabajo de David Kaplan (1989a, 1989b). No obstante, las teorías fregeanas, que postulan que la contribución proposicional de un pronombre es alguna clase de contenido descriptivo, disponen de una importante ventaja inicial sobre sus competidoras. De acuerdo con la teoría de referencia directa, (1) expresa, en el contexto descrito, la misma proposición que una emisión de «Isabel II es alta». Ahora bien, las proposiciones suelen ser consideradas como el contenido de una oración: aquello aseverado por ella, lo que se aprende al comprenderla, el pensamiento que expresa. Y aquí radica la ya mencionada ventaja del descriptivismo: estas teorías son capaces de explicar la aparente diferencia de valor cognitivo entre dos enunciados como los siguientes:
(5a) Yo reiné tras la primera guerra carlista.
(5b) Isabel II reinó tras la primera guerra carlista.
Estos enunciados parecen expresar pensamientos muy distintos: si Isabel II quedara amnésica y acudiera a una lección de historia, podría llegar a aprender (5b) sin por ello tener que aceptar el pensamiento que expresaría mediante (5a). En este sentido, parece erróneo sostener, tal como lo harían los partidarios de la referencia directa, que ambos expresan el mismo contenido. Ejemplos como este, junto a otros casos análogos (Lewis 1979, Perry 1979), parecen indicar que la contribución proposicional de «yo» no es un mero individuo, sino más bien un modo de presentación del mismo, tal como postulan las aproximaciones fregeanas.
A pesar de este primer mérito, la idea de que la contribución proposicional de los pronombres es su contenido descriptivo ha sido sometida a críticas de gran calibre. Una teoría fregeana genérica señalaría como tautológico el siguiente enunciado (Kaplan 1989a):
(6) Él es el hombre señalado.
Dado que (6) parece estar expresando algo enteramente contingente, dicho enunciado no debería, en principio, contar con el estatus de tautología o de verdad analítica. Otro punto donde las teorías fregeanas flaquean es en la interacción entre pronombres y expresiones modales. Desde un punto de vista lingüístico, las proposiciones resultan interesantes porque son el objeto sobre el que operan los verbos de discurso indirecto como «creer» o «decir» o los adverbios modales como «quizá» o «necesariamente». Y, dado el estatus tautológico de (6), el fregeano se ve obligado a sostener que un enunciado como (6a), intuitivamente falso, expresa una verdad:
(6a) Necesariamente, él es el hombre señalado.
Este problema puede verse más claramente si consideramos los pronombres de primera persona. Una palabra como «yo»posee un contenido descriptivo que, a grandes rasgos y de forma muy simplificada, podemos representar como sigue:
(7) El emisor de esta proferencia.
Aunque un contenido como el representado en (7) pueda servir para modelar el significado de pronombres como el que aparece en (5a), donde el emisor asevera algo creído por él mismo, no podemos decir lo mismo de (8a), donde el pronombre aparece en discurso indirecto:
(8a) Sancho cree que fui yo quien envenenó los pastos.
Si tratamos (7) como el contenido del pronombre en cuestión, lo que obtenemos es la proposición en (8b), muy distinta de lo que (8a) parece estar expresando (entiéndase el significado de «creer» como una relación entre individuos y proposiciones):
(8b) <creer, Sancho, <el emisor de la proferencia, envenenar los pastos>>
Lo que esto muestra es que, de acuerdo con la teoría fregeana, la verdad de (8a) requiere que Sancho crea que hay alguien emitiendo proferencias y que dicha persona envenenó los pastos. Esta predicción es errónea, puesto que dicho enunciado puede ser verdadero sin necesidad de que Sancho sostenga creencia alguna acerca de proferencias o emisores: todo lo que la verdad de (8a) necesita es que Sancho crea, acerca de un determinado individuo, que envenenó los pastos, independientemente de otros rasgos contingentes del mismo. En este sentido, las teorías de la referencia directa parecen mejor encaminadas.
El contraste entre (5a) y (5b) sigue planteando, no obstante, cierta problemática para los partidarios de la referencia directa, y la respuesta estándar que estos teóricos suelen ofrecer consiste en relegar el valor cognitivo de un enunciado (lo que de él se aprende) a nivel de lo que Kaplan (1989a) llamó carácter. El carácter de una expresión es una regla semántica que determina su referente en cada contexto: dada una determinada situación de uso, el carácter de «yo»determina que dicha expresión tome como referente al emisor de la misma, mientras que el de «tú» hace lo propio con el receptor. A su vez, sin embargo, son estos individuos, y no el carácter, los que constituyen el contenido o contribución proposicional de los pronombres en cuestión, tal como requiere la teoría de la referencia directa. La idea de Kaplan (1989a, §XVIII), reafirmada entre otros por John Perry (1977), consistió en rechazar que el valor cognitivo de un enunciado estuviese ligado a su contenido proposicional; en su lugar, lo relegó al nivel de esa regla, el carácter, que determina su referente en cada contexto. De este modo, lograba explicar la diferencia entre (5a) y (5b) al tiempo que hacía justicia a la idea de que las expresiones modales como las que aparecen en (6a) u (8a), que toman como argumento el contenido proposicional, son incapaces de operar sobre la parte descriptiva del pronombre (Kaplan 1989a, §XX). Cabe mencionar, sin embargo, que el propio Kaplan rechazó más adelante la idea de que el carácter pudiera constituir el valor cognitivo de un enunciado (Kaplan 2012: 175).
La solución kaplaniana ha sido criticada por diversas razones. Una crítica común es que esta propuesta rompe con el principio, tradicional desde la obra de Frege (1892), según la cual las proposiciones representan el pensamiento expresado por un enunciado; se quiebra, parafraseando a Philippe Schlenker (2003: 35), la unidad entre la contribución proposicional de una expresión y su valor cognitivo. Esto puede resultar problemático si tenemos en cuenta que una de las razones por las que se postuló una entidad teórica como las proposiciones fue, precisamente, para modelar creencias.
Las teorías fregeanas contemporáneas suelen postular que los verbos de discurso indirecto y otras expresiones modales sí que son capaces de actuar sobre el carácter de los pronombres (cf. Santorio 2012), rechazando así la idea central de Kaplan. A su vez, otras teorías que también podemos calificar de neofregeanas han tratado de recuperar la idea de que una única entidad puede ejercer a la vez los dos roles arriba mencionados –contribución proposicional y valor cognitivo– sin por ello tener que renunciar a la idea central de las teorías de la referencia directa según la cual las proposiciones expresadas por los enunciados con pronombres versan sobre individuos. Este es el caso de las teorías reflexivas (del inglés «token-reflexive», de difícil traducción), que postulan que la contribución de los pronombres al contenido proposicional es doble: tanto un individuo como un contenido descriptivo similar al representado en (7) (García-Carpintero 1998, Perry 1998, Corazza 2002, Korta y Perry 2011, de Ponte et al. 2020). Este último, sin embargo, no forma parte de la proposición principal expresada, y tampoco ocurre a nivel preproposicional como en la teoría kaplaniana, sino que tiene lugar en una proposición distinta que se comunica aparte, y que por ende permanece fuera del alcance de las expresiones modales que aparecen en la proposición principal. Por último, también hay teorías de corte fregeano que, complementando la noción de sentido con nociones epistemológicas relativas a la capacidad para seguir el rastro de un objeto, logran abordar los problemas planteados por Kaplan y Perry (cfr. Evans 1977).
2.2 La función anafórica: variables, asnos y pereza
La discusión sobre la función deíctica de los pronombres está filosóficamente muy cargada, dado que depende en gran medida de intuiciones y, además, se inmiscuye de pleno en cuestiones que trascienden el territorio estricto de la filosofía del lenguaje, pues son propias de la epistemología y la filosofía de la mente. La función anafórica ha suscitado un menor interés por parte de filósofos y, en cambio, ha sido profusamente tratada por lingüistas. Pese a ello, la discusión sobre la naturaleza de las relaciones anafóricas se halla estrechamente entrelazada con cuestiones que sí han recibido atención por parte de los filósofos del lenguaje y de la lógica, como la noción de variable, el funcionamiento de las descripciones definidas o la propia teoría de la referencia. En concreto, se han distinguido al menos tres clases de pronombres anafóricos (Geach 1962; Evans 1977a, 1980): los que funcionan como variables ligadas, los llamados pronombres de pereza y los que aparecen en las anáforas denominadas del burro y de discurso. Ya hemos proporcionado un ejemplo de cada uno de ellos:
(2) [Cada uno de los estudiantes]i dijo que era éli quien había obtenido la mayor nota.
(3) Laurai dijo que ellai había vuelto a casa temprano.
(4) Todo granjero que tiene [un burro]i lei pega.
Veamos en más detalle cada uno de estos tipos de anáfora.
2.2.1 El modelo de la variable ligada y su alcance: ¿son los pronombres de pereza realmente necesarios?
Tal como muestra (2), un pronombre como «él» es capaz de alternar usos referenciales con lecturas donde funciona de forma análoga a una variable ligada. Esta dualidad ha llevado a la mayoría de autores a asumir que los pronombres son, sencillamente, el equivalente en lenguaje natural de las variables de primer orden (Quine 1960: 134-137, Geach 1962, Kaplan 1989b, Heim y Kratzer 1998, Heim 2008, Kratzer 2009, Nowak 2019; véase también Frege 1903). De este modo, la relación que existiría entre (2) y (2a) sería equivalente a la que se da entre (2b), donde la variable x aparece ligada, y(2c), donde permanece libre (entiéndase «decir» como una relación entre individuos y proposiciones, como la que representa «D»):
(2a) Él había obtenido la mejor nota
(2b) ∀x (Ex → D(x, Nx))
(2c) Nx
La anáfora en (3), en cambio, ha sido tradicionalmente analizada como un caso distinto al de la variable ligada, dado que el antecedente del pronombre no es un cuantificador capaz de ligarlo, sino un nombre propio. Por este motivo, lo habitual es tratar dicho pronombre como si fuera un simple suplente de su antecedente, es decir, una abreviatura empleada para evitar repetir dicha palabra –de ahí que las expresiones de esta clase fueran bautizadas como pronombres de pereza (Geach 1962)–. Y el análisis de este tipo de anáfora es el más sencillo de todos, pues basta con sustituir el pronombre por su antecedente:
(3a) Laurai dijo que Laurai había vuelto a casa temprano.
Este análisis tradicional ha sido aplicado a otros ejemplos donde el antecedente del pronombre no es un cuantificador sino un término singular, como un demostrativo complejo o, de acuerdo con algunos análisis (Strawson 1950), una descripción definida:
(9) [Aquel hombre]1 cree que alguien loi persigue ⟹ [Aquel hombre]i cree que alguien persigue [a aquel hombre]i
(10) [El rey de Francia]i cree que los jacobinos pretenden destronarloi ⟹ [El rey de Francia]i cree que los jacobinos pretenden destronar [al rey de Francia]i
Dicho análisis resulta inadecuado cuando el antecedente es un cuantificador. Claramente, (2d) no significa lo mismo que (2):
(2d) [Cada uno de los estudiantes]i dijo que era [cada uno de los estudiantes]i quien había obtenido la mayor nota.
Ahora bien, este modelo ha sido cuestionado recientemente. La razón es que los pronombres en (3), (9) y (10) son analizables como un mero caso de deixis, y parece por tanto innecesario postular un mecanismo adicional como la anáfora de pereza. Al contrario, basta con tratarlos como una variable libre cuyo referente es fijado contextualmente (Heim y Kratzer 1998: 240). Esta forma de entenderlos dispone además de una ventaja sobre su competidor, y es que, en ocasiones, entender dichos pronombres como variables es ineludible. Consideremos el siguiente ejemplo:
(11) Sánchez cree que todos votaron por él, y Casado también.
Una sucesión de oraciones como la de (11) da lugar a una ambigüedad: la segunda oración puede atribuir a Casado la creencia de que todos votaron por él mismo o la de que todos votaron por Sánchez, dependiendo de cómo resolvamos la elipsis. Si tratamos el pronombre «él» como una variable, podemos sostener que estas dos lecturas son el resultado de ligar dicha variable y de dejarla libre, respectivamente. Sin entrar en detalles, en los que el lector puede profundizar acudiendo a manuales como Heim y Kratzer (1998: §5 y §9) o Escandell-Vidal (2004, §7.7), tratar el pronombre como variable ligada daría como resultado que la primera oración de (11) expresase la siguiente proposición:
(11a) <Sánchez, ser un x que cree que todos votaron por x>
Las elipsis de predicado se resuelven atribuyendo al sujeto de la segunda oración la misma propiedad que le atribuimos al de la primera; en este caso, debemos atribuir a Casado la misma propiedad que a Sánchez. Y el resultado es correcto:
(11b) <Casado, ser un x que cree que todos votaron por x>
Ahora bien, los pronombres que ejercen de variables libres son exofóricos, esto es, su contribución proposicional consta de un individuo (o quizá un contenido descriptivo, si el análisis fregeano está en lo cierto). Esto quiere decir que, si el pronombre desempeña dicho rol, la propiedad atribuida a Sánchez será bien distinta:
(11c) <Sánchez, ser un x que cree que todos votaron por Sánchez>
Y, en consecuencia, también lo será la que le atribuyamos a Casado:
(11d) <Casado, ser un x que cree que todos votaron por Sánchez>
Estas cuestiones han arrojado sombras de duda acerca de la necesidad de postular la anáfora de pereza como un mecanismo diferenciado. El modelo que trata todos los pronombres como variables es más simple y se ha mostrado capaz de explicar todos los casos que caen bajo aquella, además de poder dar cuenta de ambigüedades como la de (11).
2.2.2 Covariación sin mando-c
Pese a todo lo señalado en la sección anterior, oraciones como (4) suelen ser vistas como un contraejemplo a la idea de que los pronombres siempre funcionan como variables (cf. Evans 1977a, 1977b, 1980):
(4) Todo granjero que tiene [un burro]i lei pega.
Para ver por qué, tratemos de traducir este enunciado a una fórmula de primer orden que respete, en la medida de lo posible, su forma sintáctica:
(4a) ∀x (Gx & ∃y (By & Txy) → Pxy)
En (4a), la última instancia de la variable y queda fuera del alcance del cuantificador existencial; funciona, pues, como variable libre. Si deseamos mantener el análisis tradicional que trata a los pronombres como la contraparte natural de las variables de primer orden, no nos queda otro remedio que imponer a oraciones como (4) una forma sintáctica muy distinta de la que presentan superficialmente:
(4b) ∀x (Gx → ∃y (By & Txy → Pxy))
Hay, por tanto, una falta de correspondencia entre la forma sintáctica del enunciado y su interpretación semántica. He aquí otro ejemplo que puede ayudar a entender este fenómeno:
(12) [Una mujer]i entró en la casa. Ellai iba silbando.
Como en el caso anterior, podemos optar por traducir este enunciado como (12a), que captura su significado pero no su forma sintáctica, o como (12b), donde la sintaxis de (12) es respetada pero la variable x, correspondiente al pronombre, queda fuera del alcance del cuantificador:
(12a) ∃x (Mx & Ex & Sx)
(12b) ∃x (Mx & Ex) & Sx
Casos como el de (4) ejemplifican la llamada anáfora del burro, que recibe dicho nombre precisamente porque su formulación original incluía enunciados como el que hemos empleado aquí. La anáfora de (12), en cambio, suele denominarse anáfora de discurso. Pese a esta disparidad de nomenclatura, ambos fenómenos acostumbran a ser discutidos en conjunto, dado que parecen instancias de un tipo más general de relación anafórica: la que ocurre siempre que un pronombre tiene como antecedente un cuantificador que no manda-c sobre él. Para entender en qué consiste la noción de mando-c, propia de la sintaxis generativista, consideremos los siguientes árboles sintácticos:
(3b)
(4c)
Informalmente, un constituyente α de una oración (cada uno de los nodos del árbol) manda-c sobre otro constituyente β si se dan dos condiciones: 1) que no sea posible llegar desde α hasta β avanzando solo en dirección descendente y 2) que desde el nodo inmediatamente superior a α sí sea posible llegar hasta β avanzando únicamente en dirección descendente. Un ejemplo de esto es la relación entre «Laura» y «ella» en (3b). Dado que debajo de «Laura» no hay nodo alguno, no es posible avanzar desde «Laura» hasta «ella» solamente en dirección descendente, satisfaciéndose así la primera condición; además, la segunda también se cumple, puesto que sí que es posible llegar hasta «ella» descendiendo desde el nodo «O», situado justo encima de «Laura». La relación de mando-c, en cambio, no se da entre el sintagma nominal «un burro» y el pronombre «le» en (4c). El motivo es que no es posible llegar a este último avanzando en dirección descendente desde el nodo inmediatamente superior al primero, el sintagma verbal «tiene un burro».
La ausencia de mando-c entre el antecedente cuantificado y el pronombre que de este depende es lo que diferencia la anáfora de (4) de los casos más habituales en los que el pronombre sí funciona como una variable ligada. Y esto es exactamente lo que ocurre en (12), donde las expresiones relevantes, «una mujer» y «ella», ni siquiera ocurren en la misma oración. A este fenómeno se lo denomina, a veces, covariación sin mando-c (Elbourne 2005: 3), y la razón por la que resulta problemático es la asunción, estándar entre los lingüistas, según la cual un pronombre solamente puede interpretarse como una variable ligada en caso de que su antecedente mande-c sobre él (Reinhart 112-131).
El primer intento serio de proporcionar una interpretación sistemática de los pronombres como los que hallamos en (4) y(12) se lo debemos a Gareth Evans (1977a, 1977b), quien sostuvo que los pronombres en cuestión debían entenderse como un caso de deixis, con la peculiaridad de que su referencia debía fijarse a partir de una descripción definida obtenida a partir de su antecedente. A grandes rasgos, (4) y (12) deberían interpretarse como sigue, donde la descripción en negrita ha de ser entendida como un término referencial:
(4b) Todo granjero que tiene un burro pega al burro que tiene.
(12c) Una mujer entró en la sala. La mujer que entró en la sala iba silbando.
Cuando están sujetos a este tipo de interpretación, se dice que los pronombres son de tipo-E. Un análisis alternativo pero derivado de este es el que da a los pronombres en cuestión una interpretación de tipo-D (Heim 1990; Neale 1990a, 1990b). Este modelo resalta aun más la relevancia de las descripciones, puesto que priva a dichos pronombres de su carácter deíctico y sostiene que no son más que abreviaturas de las descripciones asociadas.
Frente a los análisis de tipo-E y tipo-D se alza, no obstante, otra familia de teorías que niega la centralidad de las descripciones en el análisis de la covariación sin mando-c: las aproximaciones dinámicas a los pronombres. Estas teorías, con frecuencia enmarcadas en el paradigma de la Teoría de la Representación del Discurso, acostumbran a tratar la función deíctica como básica, y explican los casos de covariación apelando a la capacidad de los antecedentes para modificar el contexto. De este modo, postulan un único tipo de interpretación semántica para todos los pronombres, independientemente del contexto lingüístico en el que se encuentren. Una teoría dinámica digna de especial mención es la Lógica Dinámica de Predicados, que modela todos los pronombres como variables a la vez que permite a los cuantificadores ligar variables que se encuentran más allá de su alcance sintáctico, dando como resultado que (12a) y (12b) sean sinónimas (Groenendijk y Stokhof 1991: 47-48).
3. Conclusiones y algunos cabos sueltos
Hay diversos motivos por los cuales los pronombres resultan relevantes para la filosofía, más allá de sus propiedades estrictamente lingüísticas. El correcto tratamiento de sus usos exofóricos, por ejemplo, constituye uno de los principales frentes de batalla en múltiples debates, como la cuestión del autoconocimiento o la disputa entre el descriptivismo y la referencia directa. Los usos anafóricos, por su parte, guardan relación con asuntos tan variados como la correcta interpretación de las descripciones definidas, la naturaleza de las variables o la propia deixis. Por cuestiones de espacio, sin embargo, hemos optado por dejar varios asuntos en el tintero, como la estrecha relación entre los pronombres logofóricos y la expresión del autoconocimiento (Castañeda 1966, 1967; Schlenker 2003; Gimeno-Simó 2018, 2020), los usos enfáticos de los demostrativos (Davis y Potts 2010, Potts y Schwarz 2010, Naruoka 2014) o las analogías entre pronombres y morfología verbal (Partee 1973). La razón para centrar nuestra atención en sus dos roles clásicos es que el resto de cuestiones que acabamos de mencionar pueden ser consideradas, en gran medida, como fenómenos derivados de alguna de sus funciones centrales, y por ende los debates aquí mencionados no serían sino un apéndice de los que sí nos hemos detenido a explicar con detalle.
Joan Gimeno-Simó
(Universitat de Vàlencia)
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Cómo citar esta entrada
Gimeno-Simó, Joan (2021) “Pronombres”, Enciclopedia de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (URL: http://www.sefaweb.es/pronombres/).