Los problemas de la percepción

Bajo el término ‘percepción’ se incluye una variedad de fenómenos. Éstos pueden dividirse en dos categorías generales.

Primera, existen relaciones perceptivas entre nosotros y las cosas que percibimos. Las cosas que percibimos incluyen objetos (nuestras manos, otra gente, animales, árboles,…), sucesos (un pez saltando fuera del estanque), procesos (la trayectoria de una pelota cuando un sujeto la lanza a otro sujeto) y las características que cualquiera de estas cosas tiene (la tersura de la mano, la rapidez del salto del pez, la ubicación de la pelota, etcétera). Las relaciones perceptivas nos permiten tomar información de nuestro entorno inmediato empleando nuestros sentidos. Estas relaciones son mediadas por procesos que comienzan en el mundo con un impacto inicial en nuestros sentidos y concluyen en nuestra experiencia consciente (ver Grice, 1961; Strawson, 1979; Snowdon, 1992).

Segunda, además de las relaciones perceptivas entre nosotros y las cosas que percibimos, existen perspectivas de primera persona, las cuales están incluidas típicamente en las combinaciones de la visión, la audición, el olfato, el gusto y la sensación, así como la sensación del movimiento del cuerpo propio y otras interacciones entre nuestro cuerpo y otros objetos sólidos. Por ejemplo, cuando vemos el pez saltando del estanque, este suceso nos aparece de cierta manera . Este suceso deja un efecto en nuestra vida consciente. Y, la vida consciente de una persona puede verse afectada de maneras indistinguibles incluso sin que el sujeto se encuentre en una relación perceptiva con un objeto, por ejemplo, como cuando se tiene una alucinación causada de manera endógena (ver Shoemaker, 2006; Egan, 2006; Schellenberg, 2007; Madary, 2016)

Probablemente la pregunta más básica en torno a la percepción sea: ¿cómo llegamos a percibir algo? Esta pregunta concierne tanto a las relaciones perceptivas como a las perspectivas perceptivas. ¿Cómo llegamos a adquirir las perspectivas perceptivas que tenemos y cómo llegamos a relacionarnos perceptivamente con algo? Hoy sabemos detalles sobre cuáles son las partes del cerebro que operan en tipos distintos de percepción, tal como la visión. Sin embargo, sólo sabemos algunos elementos acerca de cómo es que todo culmina en una experiencia consciente (ver Valberg ,1992; Robinson, 1994; Smith, 2002).

Respecto a una de las relaciones perceptivas, sabemos que en la visión la luz se refleja en las superficies en impacta nuestras retinas, causando que cierta información entre en un estado que inicia un procesamiento posterior en el cerebro, el cual genera nuestra experiencia visual (Marr, 1982). Cuando los filósofos abstraen a partir de detalles desconocidos, usualmente asumen que este proceso es un proceso causal donde la dirección de causalidad va de las cosas en el mundo a la mente. Por el contrario, algunos filósofos de la Antigua Grecia conocidos como ‘extramisionistas’ pensaron que la dirección de causalidad también actuaba en el sentido contrario: los ojos emitían rayos que iluminaban la parte del mundo que era vista. Sin los rayos emitidos, nada sería visible. Si sujeta una linterna sobre su cabeza y después se desplaza a un área oscura, se generan unos rayos que hacen lo que los extramisionistas pensaron que su ojo producía cuando ve.

El hecho de que no tengamos una ciencia completa de la visión limita nuestra comprensión de la percepción visual. Por ejemplo, ¿por qué la percepción consciente de algo rojo normalmente da lugar a una experiencia de rojez? ¿Es que el carácter específico de aquello que experimentamos en la experiencia de rojez se debe a la naturaleza de la propiedad de ser rojo o más bien se debe a nuestras mentes, o a ambos? (Tye, 1992; Shoemaker, 1994). Esta pregunta puede plantearse respecto a cualquiera de las propiedades que se nos presentan en la percepción. Otra cuestión sobre la que sabemos relativamente poco es cómo interactúa la información que proviene de diferentes modalidades sensoriales. Cuando usted ve el vapor que sale de la tetera y escucha un silbido, ¿a través de qué vía informacional atribuye al mismo objeto tanto el vapor como el silbido?

Un conjunto diferente de preguntas pendientes atañe a la relación entre atención y percepción. Comúnmente atendemos lo que percibimos conscientemente. Esto ocurre cuando a nuestra atención la capta un estallido repentino o un destello luminoso, y ello sucede cuando intencionalmente focalizamos en algo porque nos interesa, como una tortuga que no esperábamos en el camino o un mecanismo que estamos manejando. Pero además percibimos cosas en la periferia a las que prestamos menos atención. ¿Cuál es el alcance de la experiencia perceptiva fuera de la atención? ¿Es posible experimentar algo a lo que no atendemos en absoluto? (Dretske, 2006; Block, 2007; Silins & Siegel, 2014)

Al abordar la pregunta acerca del alcance de la experiencia perceptiva fuera de la atención, los científicos experimentales enfrentan retos idénticos. Un primer reto es encontrar una noción experimentalmente manejable de atención. Un segundo reto es distinguir conceptualmente entre clases diferentes de atención. Para cada una de las nociones de atención, puede plantearse la misma pregunta: ¿Hay una experiencia perceptiva independiente de la atención de dicha clase? Mientras que la noción de atención sea experimentalmente manejable, las ciencias experimentales pueden en principio resolver esta pregunta.

Incluso si tuviéramos una ciencia completa de la visión, aún quedarían muchos problemas filosóficos en torno a la percepción.

Un primer problema concierne a la relación básica de ver. Cuando usted ve una calabaza, es lógico pensar que la calabaza y sus características ayudan a determinar cómo aparece la calabaza. Pero alguien podría tener una experiencia totalmente idéntica incluso si estuviera alucinando. ¿Tiene la calabaza algún papel esencial en la percepción? Presumiblemente esta pregunta tiene una respuesta –o bien “Sí”, o bien “No”. Aun así, ninguna de las respuestas parece completamente satisfactoria. Si la calabaza no tiene un papel esencial en nuestra experiencia, entonces nuestra experiencia se muestra peculiarmente desconectada de la calabaza. Por otro lado, si la calabaza fuera esencial para la experiencia que tenemos de ella, entonces no sería posible tener una alucinación exactamente igual a dicha experiencia. Aun así, nos parece obvio que dichas alucinaciones son posibles. De esta manera, tenemos un problema filosófico (ver McLaughlin, 1989; Robinson, 1994; Martin, 2002; Campbell, 2002; Schellenberg, 2010; Siegel, 2010).

Algunas propuestas que intentan abordar este problema analizan las perspectivas perceptivas en términos de relaciones perceptivas. Según esta perspectiva, articulada por primera vez por Bertrand Russell, hay relaciones explicativamente primitivas de familiaridad con objetos y propiedades (Russell, 1912). Y cuando estamos familiarizados con objetos y propiedades, nuestra familiaridad explica por qué tenemos las perspectivas perceptivas que tenemos. Según este enfoque, cualquier perspectiva perceptiva que tengamos sin familiaridad requeriría de un análisis completamente diferente. Pese al hecho de que las perspectivas pueden en algún sentido compartirse entre alucinación y no-alucinación, aquellas perspectivas compartidas tienen naturalezas diferentes. Este resultado aparentemente paradójico ejerce cierta presión para analizar las perspectivas perceptivas independientemente de las relaciones perceptivas.

Un segundo problema atañe a la estructura interna de las perspectivas perceptivas. ¿Se dividen estas perspectivas fundamentalmente por modalidades sensoriales, de modo que hay perspectivas visuales, perspectivas táctiles, perspectivas auditivas, etcétera, para todas las modalidades sensoriales? O, ¿hay algunas perspectivas que son fundamentalmente multimodales? Considere la experiencia de abrir el cierre de un bolso. En ella, experimenta que el cierre se desliza mientras lo jala hacia usted, y ve que el bolso se abre. Así, tiene una experiencia visual de que el bolso se abre (y de que su mano se apoya en él) y una experiencia cenestésica de jalarlo. Si las experiencias son fundamentalmente unimodales, entonces la sensación de que usted está haciendo que el bolso se abra parecería ser el resultado de una inferencia a partir de su experiencia. Pero si puede experimentar la causalidad misma, entonces pareciera que la causalidad se presenta en un complejo de experiencias que son tanto visuales como cenestésicas. Otros ejemplos en los cuales la causalidad puede verse antes que inferirse incluye ver un cuchillo rebanando pan y una hamaca que sostiene a un gato (Anscombe, 1975; Beebe, 2003). Si las propiedades causales están entre aquellas propiedades que pueden presentarse en la experiencia, ello puede ser una razón para pensar que algunas experiencias son fundamentalmente multimodales (ver Nudds, 2003; Stokes, Matthen & Briggs, 2015; Macpherson, 2011).

Un tercer problema corresponde a cómo caracterizar la diferencia entre las experiencias del frente de las superficies de las cosas, tal como la cara frontal de un jarrón opaco y las experiencias de volúmenes completos. Edmund Husserl se interesó por este problema (Husserl, 1900-01). Cuando vemos entidades cotidianas como una barra de pan o un jarrón de flores, algunos de sus lados se nos ocultan. Y, sin embargo, en algún sentido, somos conscientes de que siguen existiendo fuera de nuestra vista y, a menudo, parece que podemos anticiparlo simplemente viendo la manera en que sus costados continúan existiendo en los espacios que actualmente no podemos ver. Esta observación sugiere que las perspectivas visuales distintas de las que ocupamos en este momento están en algún sentido presentes en nuestra percepción. Puesto que no se nos presentan de la misma manera que propiedades como el color o la textura de la cara frontal de las superficies del jarrón, una pregunta abierta es cuál es la mejor manera de caracterizarlas.

El cuarto problema corresponde a la numerosidad. Suponga que el jarrón que ve está manchado de pequeños lunares o puntos. Desde donde usted está parado, puede ver que el jarrón es punteado pero no puede discernir el número exacto de puntos. ¿Cuál es la mejor caracterización de su perspectiva visual sobre el número de puntos? Usted puede ver claramente dónde termina cada punto y dónde comienza el color circundante, de modo que, en un sentido, puede ver cada uno de los puntos. Pero si usted puede ver cada punto, y (supongamos) que hay 36 puntos, entonces parecería ser parte de su experiencia visual que la parte del jarrón que puede ver tiene 36 puntos. Pero ese resultado parece equivocado. De este modo, tenemos un problema (Ayer, 1940; Tye, 2009).

Un quinto problema atañe al papel de la percepción para justificar creencias ordinarias. Suponga que mientras come un sándwich, quiere un poco de mostaza. Entonces, abre el refrigerador para ver si dentro hay mostaza. Si ve mostaza, normalmente esto le dice lo que quería saber. Así, la percepción parece justificar creencias. Y el mismo tipo de cosa ocurre en innumerables situaciones cotidianas (Bonjour, 1985; Gupta, 2006; Siegel, 2017).

El poder de la percepción para justificar creencias podría parecer obvio en casos como éstos. Pero, ¿qué pasaría si sus experiencias perceptivas pueden ser influidas por lo que usted cree, quiere o teme? ¿Cómo es que esta influencia en la percepción afecta su papel en la justificación de creencias? Por ejemplo, Pavel tiene miedo de que Anna esté enojada con él. Su miedo hace que Anna parezca enojada cuando la ve –aunque si usted ve a Anna, su cara simplemente parecería neutral.Pero Pavel acaba experimentando visualmente a Anna como enojada. La experiencia visual de Pavel de que Anna está enojada surge a partir de su miedo de que ella está enojada. ¿Le daría su experiencia tanta razón como para creer que Anna está enojada, tal como lo haría si la experiencia no surgiera de un miedo? Aquí hay otra pregunta Sí-o-No donde ninguna de las respuestas parece completamente satisfactoria. Usted podría pensar que Pavel puede confiar razonablemente en lo que ve (Sí) –después de todo, ¿qué otra cosa se supone que puede pensar si él no tiene ni idea de que su experiencia se debe a este miedo? Por otro lado, parece sospechoso que deba obtener evidencia de que Anna está enojada (tal como él lo teme) a partir de su percepción, puesto que el miedo generó la percepción (No).De este modo, tenemos un problema.

El problema se exacerba por el hecho que la experiencia visual típicamente genera la sensación de que uno sabe lo que está viendo (Moore, 1905). Esta clase de confianza está ausente en una enfermedad llamada ‘visión ciega’. La gente con visión ciega se orienta empleando información inconsciente para guiar su acción. Sin embargo, los ciegos de visión tienen que forzarse a adivinar la orientación de una línea en su campo visual ciego (Stoerig & Cowey, 1997). No experimentan que saben. Así, la percepción consciente parece ligada estrechamente con experimentar que se sabe, al menos en nuestro mundo.

El sexto problema atañe a la percepción social. Entre las cosas que percibimos, incluimos a otras personas. ¿Son nuestras experiencias perceptivas determinadas completamente por estímulos sensoriales, o incluyen información más sofisticada, tales como estados emocionales, intenciones y actividades de la gente que vemos? En un sentido ordinario, usted puede ver que dos personas que pasean a su perro están enamoradas, de la misma manera en que puede ver que un grupo de gente está restaurando el exterior de un edificio, o que dos personas con un atuendo formal están almorzando en la terraza. Pero, ¿se manifiesta alguna de estas actividades sociales complejas en la percepción de la misma manera que los colores, las figuras y los movimientos de las superficies que están frente a usted? (Maund, 1995; Masrour, 2011; Adams, 2010; Siegel, 2010, 2017)

Un asunto relacionado con el último problema concierne a la cooperación social. Usualmente, la acción colectiva requiere una atención colectiva. Imagine que varias personas cargan una caja pesada, o que un trío de músicos toca una pieza musical, o que un pequeño grupo de personas se saludan unos a otros y hacen planes que requieren cosas diferentes de distintas personas. Estas formas de cooperación son posibles solamente cuando la gente involucrada puede distinguir a partir de la percepción qué es lo que los otros, involucrados en el acto de cooperación, pueden ver. Puesto que la percepción en la forma de atención colectiva es indispensable para formas diversas de cooperación, ¿cuáles son los contenidos de la experiencia perceptiva que hacen posible la cooperación? ¿Es posible experimentar perceptivamente las intenciones, los deseos, las desilusiones y las desaprobaciones de las otras personas? ¿Es posible recibir información a través de la experiencia acerca de cuáles son las maneras apropiadas e inapropiadas de actuar en una situación? O, ¿qué es lo que uno debería o no debería hacer después de la experiencia? Estas preguntas muestran cómo interactúa nuestra respuesta a normas sociales con los contenidos de la experiencia perceptiva (Searle, 1995; Eilan et al., 2005).

Frecuentemente, la investigación filosófica se construye en torno a problemas. A menudo, los problemas requieren que tracemos distinciones más finas que aquellas con las que comenzamos. Ésa es una manera en que la filosofía puede progresar a través de un problema, simplemente analizándolo con detalle. Una manera de progresar con un problema es comprendiéndolo mejor, y comúnmente lo comprendemos mejor cuando sabemos qué respuestas posibles podría haber –incluso si no sabemos (¡e incluso cuando nunca lo sabremos!) cuál es la respuesta correcta.

Susanna Siegel
(Harvard University)

Laura Pérez
(Cornell University)

Referencias

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Lecturas recomendadas en castellano

  • Ezcurdia, M. y H. Olbeth, eds., (en prensa): La Naturaleza de la Experiencia, 2, Percepción, México, Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM.
Cómo citar estar entrada

Siegel, Susanna y Pérez, Laura (2018): “Los problemas de la percepción”,  Enciclopedia de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (URL: http://www.sefaweb.es/los-problemas-de-la-percepcion/

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