La palabra “akrasia” procede del griego kratos, poder, que, por la “a” privativa, puede significar literalmente “falta de poder” o “falta de dominio”. Para referirse a la akrasia también se ha estandarizado en la literatura filosófica especializada la expresión “debilidad de la voluntad” (en inglés: “weakness of the will”, en alemán: “Willensschwäche”, en francés: “faiblesse de la volonté”). Por “debilidad de la voluntad” se suele entender el fenómeno de la acción humana intencional según el cual un agente capaz de obrar según el conocimiento de lo que es correcto, o de acuerdo con su buen juicio, actúa, sin embargo, en contra de él. Por eso también es usual traducir el término akrasia por “incontinencia”. Con ello quiere decirse que el agente, capaz en principio de obrar según el buen juicio y la determinación racional de lo que es correcto, no puede, sin embargo, contenerse en ciertas circunstancias y entonces actúa oponiéndose a la prescripción de su racionalidad.
La identificación del problema de la akrasia es muy antigua. Se remonta por lo menos hasta Platón, quien cuestionó que se tratara efectivamente de un fenómeno que ocurre a agentes capaces de obrar racionalmente, o con conocimiento de lo que es correcto. Según Platón (Protágoras: 351 c – 360 e), no es posible que alguien sepa lo que es correcto hacer, o que tenga un buen juicio sobre lo que ha de hacer y, sin embargo, actúe en contra de ello. Si algo así ocurriera, no es porque el agente actúe en contra de lo que es correcto, sino porque no conoce en realidad lo que es correcto. En otras palabras, no hay, ni es posible que haya, acción akrática, entendida como acción intencional en contra del buen juicio o de lo correcto, sino ignorancia del buen juicio o de lo que es correcto. Esa deficiencia en el conocimiento también fue caracterizada por Platón como un error en el “arte de medir y calcular” (metretike techné) (Protágoras: 356 d – 357 a), aplicado al desenvolvimiento temporal de las acciones. De modo que no es que una persona obre en contra de su conocimiento de lo que es correcto, sino que ella puede ser atraída muy fuertemente por un deseo presente y esto le impide ver con claridad, o ponderar, lo que es más conveniente en el futuro. Se podría entender esto en analogía con la visión que tenemos de las cosas cercanas, que vemos más grandes y más claras que las lejanas. Pero si sabemos ponderar perceptualmente, o sea, si dominamos la “metretike techné”, no inferiremos de ahí que esa diferencia en tamaño y nitidez sea una diferencia en las cosas mismas.
En contra de esta postura, Aristóteles sostuvo que la negación socrática de la akrasia “está en oposición manifiesta con los hechos” (1993, 1145b) y se pone a la tarea de dar una explicación de ella. Aristóteles piensa que no sólo es posible, sino que además es constatable como un hecho, que los seres racionales obran en contra del conocimiento de lo que es bueno. Para explicar ese fenómeno de nuestra conducta él apela a la distinción entre dos tipos de conocimiento práctico, o de dos actitudes frente a dicho conocimiento. Ocurre, según esto, que tenemos un conocimiento o saber práctico actual y otro virtual; o mejor: que hay un conocimiento que se tiene y se usa y otro que, ciertamente, se tiene, pero no se usa (1993, 1146 b ss.). En el mismo orden de ideas, Aristóteles hace referencia a una persona ebria que recita unos versos que conoce de memoria. Según el ejemplo, podemos decir que la persona ebria sabe algo de memoria pero que al recitar los versos (que conoce) en estado de embriaguez, no sabe lo que dice. Así mismo, puede distinguirse entre un saber sensible (que puede ser “arrastrado por la pasión”) y un saber “en el principal sentido” de la palabra, en el sentido socrático (1993, 1147a – 1147b). Sobre la base de estas distinciones se podría entender perfectamente que, por ejemplo, una persona tenga una opinión bien fundada o un conocimiento acerca de la nocividad de los alimentos dulces y que, sin embargo, puesta enfrente de algo dulce, se disponga a comerlo. Esto ocurre porque la percepción sensible de lo dulce suele estar afectada por el deseo y ese simple hecho arrastra, por decir así, al agente con fuerza, al punto de obnubilar su visión, o conocimiento de lo que es correcto. Por cuenta de la fuerza del deseo, el conocimiento de lo que es correcto pierde su actualidad y su poder de influir sobre la acción. De modo que el agente incontinente, que sabe de la nocividad del dulce, se ve movido por el conocimiento sensible de que el dulce es, también, agradable y es arrastrado a consumirlo por el deseo: “[…] –puesto que lo dulce es agradable y esto es dulce (y tal es la [causa] que nos mueve a actuar)–, se presenta el deseo de probarlo, entonces [la opinión] nos dice que lo evitemos, pero el deseo nos lleva a ello; porque el deseo tiene la capacidad de mover todas y cada una de las partes [del alma]” (1993, 1147a – 1147b).
Estas dos posiciones sobre la akrasia, la que podría llamarse “negacionista” o “escéptica”, representada por Platón/Sócrates, y la postura de corte aristotélico, que parte del reconocimiento del fenómeno y propone una explicación de él, han prevalecido de algún modo en la historia contemporánea del debate, muy especialmente en el ámbito de la filosofía práctica y de la teoría de la acción anglosajonas. R. M. Hare, por ejemplo, partiendo de su interpretación prescriptivista de la acción humana, hizo una defensa muy peculiar del punto de vista escéptico respecto de la akrasia. Según Hare, lo que llamamos akrasia es atribuible ante todo a una “incapacidad psicológica” del agente que él no vacila en llamar “debilidad moral” (Hare, 1965, pp. 77, 80. Cfr. Lukes, 1965, pp. 104-114). Hare defiende esta posición centrándose en el significado prescriptivo que tienen los juicios morales. Un juicio moral tiene un significado prescriptivo en la medida en que comporta la función de guiar u orientar la conducta. Esta función de guía y orientación del juicio moral trae consigo un valor performativo. En otras palabras, cuando una persona comprende y acepta sinceramente una prescripción, guía su conducta efectivamente por ella. Si es así, entonces habría un vínculo conceptual entre comprender y aceptar sinceramente una prescripción por su carácter racional, y entonces la acción en contra del buen juicio, o en contra de la prescripción claramente comprendida y sinceramente aceptada, no puede ser admitida. Podría sostenerse, en contra de la tesis de Hare, que justamente la acción akrática es un contraejemplo a su prescriptivismo. Y es así como él mismo encara la discusión. Pero su solución al problema no consiste en aflojar la rigurosidad de su postura prescriptivista, sino en sostener que la debilidad (moral) de la voluntad es, ante todo, incapacidad psicológica. No es ella la norma, sino la excepción.
Las discusiones sobre el tema de la akrasia y la irracionalidad se han intensificado en el ámbito de la filosofía de la acción por lo menos desde los años setenta del pasado siglo. (Para una buena presentación del estado de la cuestión a fines del siglo XX véase Mele, 1987. Cfr., también Stroud & Tappolet, eds., 2003). No es exagerado decir que esa intensificación está muy ligada al influyente artículo de D. Davidson: “¿Cómo es posible la debilidad de la voluntad?” de 1970 (Davidson, 1980, pp. 21-42). El punto de partida de Davidson es aristotélico, es decir, él reconoce la existencia del fenómeno y pretende, justamente, explicar cómo es posible. Según su conocida teoría de la acción, podemos considerar que una acción intencional tiene una explicación racional (a reason explanation) en cuanto es el resultado causal de lo que él denomina una “razón primaria”. Y una “razón primaria” es el compuesto de una creencia y un deseo, o de una “actitud favorable” (Davidson, 1980, pp. 3-19). Ahora bien, las actitudes favorables de un agente hacia algo pueden ser expresadas por él mediante juicios evaluativos. Davidson piensa que hay dos tipos de juicios evaluativos: los incondicionales, o globales (o “all out”) (39) y los prima facie. Cuando la actitud favorable que conduce de modo suficiente (junto con una creencia) a la ejecución de una acción se expresa en un juicio evaluativo incondicional, decimos que esa acción es y no puede menos que ser racional: “…el razonamiento práctico con frecuencia llega a juicios incondicionales de que una acción es mejor que otra –de otro modo no habría algo así como actuar de acuerdo a una razón”. (Davidson, 1980, pp. 39). No obstante, un agente puede obrar en contra del buen juicio, o en contra de un juicio evaluativo sobre lo que es correcto o conveniente, o sobre lo que es mejor hacer, cuando ese juicio no es incondicional, sino prima facie. En ese caso un agente puede ser irracional.
En la filosofía del cambio de siglo se ha vuelto también frecuente apelar a la teoría psicoanalítica de Freud para dar una explicación al fenómeno de la irracionalidad. El fenómeno se ligaría, en ese sentido, a una división o compartimentalización de la mente. Dado que la irracionalidad de la acción intencional puede ser entendida como el hecho de que ésta es producida por una causa mental que no es una razón, entonces puede pensarse que un mismo agente puede ser movido a actuar por una causa mental a la que no corresponde una razón. (Hoyos, 2014, pp. 256). Y algo así puede ocurrir debido a la división de la mente en dos “o más” partes o “estructuras semi-autónomas” (Davidson, 2004, pp. 184). La compartimentalización de la mente también se hace evidente en su división en una parte inconsciente y una consciente, en una parte que mueve al agente a actuar sin que él tenga pleno conocimiento ni poder sobre ello y una en la que él es transparente para sí mismo. (Acerca del tema de la teoría psicoanalítica de la división de la mente y la filosofía de la acción cf., Cavell, 1993; Heil, 1989; Pears, 1982; Gardner, 1993).
Con respecto a la akrasia como forma de irracionalidad, es importante tener en cuenta dos aspectos: el negativo y el positivo (Hoyos, 2014, pp. 221-305). Una cosa es, en efecto, pensar en la “debilidad de la voluntad” o en la “incontinencia” como falta de algo (falta de poder o dominio de la voluntad sobre sí misma), y otra ligeramente distinta es considerar que el agente incontinente incurre en la acción akrática, en la acción en contra del buen juicio, movido por un poder superior al de los dictámenes de su racionalidad o de su conciencia. Si la primera forma de ver el fenómeno, como mera negación de la racionalidad y de su carácter normativo (en cierto sentido también constrictivo), no es acompañada de un acercamiento positivo, que supone que la subversión de la racionalidad está ligada a una realidad de la mente, no sería posible dar una explicación satisfactoria de él. Eso es lo que parece haber visto ya Aristóteles al indicar que la fuerza del deseo es la que puede llevar a desviarnos del buen juicio. La atención que la filosofía de la acción ha prestado al legado de Freud también es un buen indicador de la necesidad de postular que hay algo real y muy fuerte (no propiamente una “debilidad”) en la mente que lleva a los agentes a quebrantar su racionalidad. En otras palabras, con miras a tener un acercamiento explicativo al fenómeno de la incontinencia es definitivo considerar como complementarios, o como caras de la misma moneda, tanto al hecho de la falta de poder racional sobre la acción, como a la presencia influyente de algo de lo que no somos plenamente conscientes en nuestros motivos y acciones. Se podría ser incluso más enfático al respecto y sostener que la falta de poder racional sobre la acción tiene lugar porque algo también muy poderoso influye en la vida anímica de los agentes capaces de racionalidad y que no está necesariamente relacionado con ésta. Se trata de la fuerza e influencia del deseo, de los afectos e incluso del instinto y las pulsiones.
Luis Eduardo Hoyos
(Universidad Nacional de Colombia)
Referencias
- Aristóteles (1993): Ética Nicomáquea, trad. por Julio Pallí Bonet, Madrid, Gredos.
- Cavell, M. (1993): The Psychoanalytic Mind. From Freud to Philosophy, Harvard University Press. [Cavell, M. (2000): La mente psicoanalítica. De Freud a la filosofía, trad. por Gabriela Montes de Oca, México, Paidós].
- Davidson, D. (1980): Essays on Actions and Events, Oxford, Clarendon Press. [Davidson, D. (1995): Ensayos sobre acciones y sucesos, trad. por Hansberg, O., J.A. Robles y M. Valdés México-Barcelona, UNAM-Crítica].
- Davidson, D. (2004): Problems of Rationality, Oxford, Clarendon Press.
- Gardner, S. (1993): Irrationality and the Philosophy of Psychoanalysis, Cambridge, Cambridge University Press.
- Hare, R. M. (1965): Freedom and Reason, Oxford, Oxford University Press.
- Heil, J. (1989): “Minds Divided”, Mind, 98(392), pp. 571-583.
- Hoyos, L.E. (2014): “Irracionalidad”, en Hoyos, L.E., Ensayos de filosofía práctica y de la acción, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, pp. 221-305.
- Lukes, S. (1965): “Moral Weakness”, The Philosophical Quarterly, 15(59), pp. 104-114.
- Mele, A.R. (1987): Irrationality. An Essay on Akrasia, Self-deception and Self-control, Oxford, Oxford University Press.
- Pears, D. (1982): “Motivated Irrationality, Freudian Theory and Cognitive Dissonance”, en Hopkins y Wohlheim, eds., Philosophical Essays on Freud, Cambridge, Cambridge University Press, pp. 264-288.
- Platón (1998): Protágoras, trad. por Carlos García Gual, Madrid, Planeta.
- Stroud, S. y Ch. Tappolet, eds., (2003): Weakness of Will and Practical Irrationality, Oxford, Clarendon Press.
Lecturas recomendadas en castellano
- Audi, R. (1993): “Weakness of Will and Rational Action”, en R. Audi, Action, Intention and Reason, Ithaca-London, Cornell University Press.
- Hopkins, J y R. Wollheim, eds., (1982): Philosophical Essays on Freud. Cambridge, Cambridge University Press.
- Jackson, F. (1984): “Weakness of Will”, Mind, 93, pp. 1-18
- Pears, D. (1984): Motivated Irrationality, Oxford, Oxford University Press.
- Robinson, R. (1995): “Aristotle on Akrasia”, en O. Höffe, ed., Die Nikomachische Ethik, Berlin, Akademie Verlag, pp.187-206.
- Rorty, A. (1980): “Akrasia and Conflict”, Inquiry, 22, pp. 193-212.
- Santas, G. (1966): “Plato’s Protagoras and Explanation of Weakness”, The Philosophical Review 75(1), pp. 3-33.
- Sapereira de, R. H. (2005): “La paradoja de la irracionalidad según Donald Davidson”, en L. E. Hoyos, ed., Relativismo y racionalidad, Bogotá, Unibiblos, pp. 215-234.
- Taylor, C.C.W. (1980): “Plato, Hare and Davidson on Akrasia”, Mind, 89, pp. 499-518.
- Watson, G. (1977): “Skepticism about Weakness of Will”, Philosophical Review, 86, pp. 316-339.
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Luis Eduardo Hoyos (2018): “Akrasia”, Enciclopedia de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (URL: http://www.sefaweb.es/akrasia/)