Acción: explicaciones causales

En la actualidad la teoría hegemónica de la acción humana es la llamada “teoría causal de la acción” (TCA). De acuerdo con esta teoría, un evento es una acción cuando es causado de una manera adecuada por ciertos eventos mentales que a su vez no son acciones. De acuerdo con esta teoría, una acción es explicable haciendo uso de esos mismos eventos mentales, los cuales no solamente justifican la ejecución de tal acción, sino que fungen como sus causas. En este artículo consideraremos con más detalle los elementos distintivos de la TCA, el papel central de las explicaciones causales en esta teoría y algunos de los problemas más serios que enfrenta.

Es prácticamente inconcebible que algo sea una acción sin que sea algún tipo de evento, esto es, algo que sucede. Es igualmente muy difícil concebir una acción sin que el evento correspondiente a esa acción tenga un propósito. Cuando alguien actúa lo hace con algún fin. Por tanto, hay consenso entre los estudiosos de la acción en que las acciones son eventos que necesariamente exhiben algún tipo de finalidad. Empero, en la mayoría de los casos las acciones se producen teniendo como fin una serie de consecuencias que a menudo van más allá del evento directamente asociado con la acción. En otras palabras, típicamente el fin de una acción es lograr algo más que se intenta obtener a través de esa acción. Por ejemplo, alguien puede tener como fin despedirse de otra persona y, para lograrlo, produce la acción de mover su mano derecha de un modo específico. Sin embargo, el propósito de la persona al realizar este movimiento no es simplemente el de mover su mano sino el de despedirse. Esto sugiere que la relación entre la acción de mover la mano y la acción de despedirse no es tan clara: es posible mover la mano de ese modo específico sin despedirse y es posible despedirse sin mover la mano de ese modo específico. Más aún, parece ser posible explicar el movimiento de la mano en términos físicos, digamos, ofreciendo datos anatómicos, sin por ello explicar la acción de despedirse.

Este tipo de consideraciones lleva a las preguntas filosóficas básicas sobre (i) qué sucede cuando generamos una acción y (ii) cómo podríamos tratar de explicar ese suceso. El atractivo fundamental de la TCA radica en la manera en que responde a estas dos preguntas: primero, al ofrecer una respuesta que aúna los elementos metafísicos que distinguen una acción con los elementos epistémicos que la explican, y, segundo, que lo hace a través del esquema conceptual que normalmente utilizamos para explicar sucesos ordinarios sin sacrificar por ello la posibilidad de utilizar estrategias explicativas compatibles con ciencias como la psicología cognitiva. Esto ayuda a entender la aceptación de la TCA, dentro y fuera de la filosofía, como la teoría contemporánea “estándar” de la acción humana.

Entre las diversas versiones de la TCA la más influyente es la versión propuesta por Donald Davidson, particularmente la que presenta en su artículo “Acciones, razones y causas” (Davidson, 1963), que utilizaremos como representativa de esta teoría. Davidson responde a la pregunta sobre qué sucede cuando generamos una acción identificando las acciones humanas con eventos físicos, tales como el movimiento de una mano. Esto permite que las acciones se relacionen con otros eventos físicos de un modo causal. Cuando hablamos de causalidad en el contexto de la TCA es necesario recordar que, al igual que Davidson, la gran mayoría de los que defienden la TCA aceptan el modelo causal asociado con David Hume. Este modelo considera los eventos causales como instancias de regularidades universales en las cuales un tipo de evento es siempre seguido por otro tipo de evento. Además de ser causales, Davidson enfatiza otro aspecto de los eventos que encontramos en las acciones. Como cualquier otro evento una acción puede ser descrita de muchas maneras, por extrañas o indirectas que estas puedan ser. Si usamos nuestro ejemplo anterior, podemos decir que la acción correspondiente al movimiento de la mano puede ser descrita no solamente como “la acción de mover la mano derecha”, sino también como “la acción de despedirse”, “el suceso que desató la furia de la abuela”, o incluso como “el evento que nos sirve para ilustrar las ideas de la TCA”. Esto sugiere que cuando nos preguntamos por la identidad de una acción no debemos confundir la acción misma con sus innumerables descripciones. Algunos defensores de la TCA consideran controvertida esta idea, aunque es fundamental para la versión de la teoría que ofrece Davidson.

La respuesta de Davidson a la pregunta sobre cómo explicamos una acción humana se halla indisolublemente ligada con la respuesta que ofrece a la pregunta de qué es lo que sucede cuando generamos una acción. Dado que toda acción es idéntica a un evento causalmente relacionado con otros eventos, podemos usar esta relación causal para explicar la acción correspondiente. El modo de explicarla es señalando sus causas. En el caso de las acciones, estas causas involucran necesariamente estados mentales del agente, tales como sus creencias, deseos e intenciones, o sus equivalentes en términos de eventos mentales: el llegar a creer algo, desear algo, y tener la intención de hacer algo. Es necesario introducir este tipo de estados mentales como causas de las acciones si queremos entender por qué los agentes actúan de la manera en que lo hacen, pues son esos estados los que justifican desde su perspectiva las acciones que producen. La propuesta entonces es que explicamos una acción identificando aquellos estados mentales que la causaron, esto es, aquellos estados mentales que operan como las razones que el agente tiene para llevarla a cabo.

Davidson propone capturar estas ideas en dos tesis medulares de su versión de la TCA. La primera tesis nos dice que: R es una razón primaria del porqué un agente llevó a cabo la acción A en la descripción d, sólo si R es una actitud del agente a favor del tipo de acciones que poseen cierta propiedad y su creencia de que A en la descripción d posee esa propiedad. Debido a que un agente puede tener varias razones para llevar a cabo una acción, es necesario también identificar la razón primaria por la cual el agente realizó la acción. La segunda tesis de Davidson es contundente sobre lo que identifica a una razón primaria: La razón primaria de una acción es su causa. Esto es, lo que distingue la razón por la cual un agente actúa no es meramente que pueda justificar tal acción, sino que haya sido la causa de esa acción. Es en la conjunción de estas dos tesis que la teoría de la acción propuesta por Davidson ofrece una manera elegante y plausible de explicar las acciones humanas en términos causales.

Empero, no es difícil ver cómo el modelo explicativo causal de las acciones humanas asociado con la TCA genera interrogantes serios asociados con las críticas que tradicionalmente se hacen de esta teoría. Una primera fuente de críticas a la TCA consiste en ofrecer escenarios que satisfacen las condiciones causales que supuestamente identifican a una acción, sin que el evento que las satisface cuente como una acción. Imaginemos a un ladrón con la intención de dar la señal a sus compinches de que el robo debe comenzar. La señal consiste en derramar vino de la copa que sostiene en su mano. Llega el momento de dar la señal, el ladrón tiene la intención de dar la señal en ese momento, pero siendo un ladrón inexperto, su intención lo pone nervioso; esto causa que su mano tiemble y el vino se derrame. A pesar de que el evento consistente en el derramamiento del vino es causado por la intención de derramarlo, tal evento no parece ser una acción del ladrón sino más bien un accidente (Frankfurt, 1978). Este tipo de escenarios parecen poner en entredicho la idea de que un evento es y se explica como una acción intencional si las condiciones causales propuestas por la TCA se ven satisfechas.

Una segunda fuente de críticas a la TCA consiste en señalar que los supuestos antecedentes causales de la acción no juegan o no pueden jugar este papel causal. Por un lado, resulta problemático identificar los tipos de estados mentales que supuestamente funcionan como antecedentes de las acciones. Un debate importante relacionado con este problema consiste en determinar si las llamadas intenciones se reducen a un par de estados mentales más básicos como los deseos y las creencias, o si, por el contrario, las intenciones son irreductibles (Davidson, 1978). Este debate en parte se debe a las diversas maneras de entender tales estados, incluso por parte de los defensores de la TCA. Sin embargo, nadie cuestiona el papel mental de estos estados, lo cual genera otro conjunto de problemas asociados con la posible ineficacia causal de las propiedades mentales. Si, como sugiere Davidson, toda acción es un evento físico, parecería entonces que solamente puede interactuar causalmente con otros eventos igualmente físicos. El problema ahora consiste en explicar la contribución de los eventos mentales en la generación causal de las acciones. A menos que tales eventos mentales sean a su vez eventos físicos, resulta difícil entender cómo eventos no físicos pueden hacer una diferencia causal física. Pero, si los eventos mentales son físicos, resulta difícil entender cuál es exactamente la contribución causal de las propiedades mentales asociadas con ellos (Heil y Mele, 1993). Esta crítica es conocida como el problema de la causación mental y, aunque no es exclusiva de la esfera de las acciones, es un problema particularmente serio para una teoría como la TCA que propone eventos mentales como antecedentes causales de las acciones.

Una tercera fuente de críticas a la TCA consiste en que su estrategia explicativa acaba eliminando el papel central del agente en la producción y explicación de sus acciones. Si, de acuerdo con la TCA, los elementos explicativos de una acción son los estados mentales que la causan, y estos estados mentales no son idénticos al agente que los posee, es de nuevo difícil entender cuál es exactamente el papel causal del agente en la generación de sus propias acciones. Todo parece indicar que el agente se convierte en un mero receptáculo en el cual ciertos eventos causan otros y en donde el agente no hace literalmente nada (Velleman, 1992). Por razones obvias, este problema es conocido como el problema del agente ausente.

A pesar de estas y otras críticas la TCA continúa siendo la teoría dominante de la explicación causal de las acciones. De hecho, lejos de justificar el rechazo del modelo causal explicativo de las acciones humanas asociado con esta teoría, a menudo estas críticas han servido para identificar las áreas que requieren de una mejor articulación de la teoría. Hoy en día vemos florecer versiones cada vez más sofisticadas de la TCA que ofrecen precisamente mejores respuestas a algunos de los problemas centrales mencionados. Avances en la comprensión científica de la agencia y de la acción han sido también incorporados en estas versiones recientes de la TCA. Todo parece indicar que esta manera causal de entender la naturaleza y explicación de las acciones humanas continuará siendo considerada como la ortodoxia teórica dominante en la filosofía y ciencias de la acción.

Jesús H. Aguilar
(Rochester Institute of Technology)

Referencias

  • Davidson, D. (1963): Actions, Reasons, and Causes, The Journal of Philosophy, 60(23), pp. 685-700. [Reimpreso en Davidson 2001].
  • Davidson, D. (1978): “Intending”, en Y. Yovel, ed., Philosophy of History and Action, Dordrecht, D. Reidel, pp. 41-60. [Reimpreso en Davidson 1980].
  • Davidson, D. (2001): Essays on Actions and Events, Oxford, Oxford University Press. [Davidson, D. (1995): Ensayos sobre acciones y sucesos, trad. por  Hansberg, O., J. A. Robles y M. Valdés, México-Barcelona, UNAM-Crítica].
  • Frankfurt, H. (1978): “The Problem of Action”, American Philosophical Quarterly, 15, pp.157-62. [Reimpreso en Frankfurt 1988].
  • Frankfurt, H. (1988): The Importance of What We Care About, Nueva York, Cambridge University Press. [Frankfurt, H. (2006): La importancia de lo que nos preocupa, Katz Editores, Buenos Aires].
  • Heil, J. y A. Mele, eds., (1993): Mental Causation, Oxford, Clarendon Press.
  • Velleman, J. D. (1992): “What Happens When Someone Acts?”, Mind, 101, pp. 461-481. [Reimpreso en Velleman 2000].
  • Velleman, J.D. (2000): The Possibility of Practical Reason, Nueva York, Oxford University Press.

Lecturas recomendadas en castellano

  • Aguilar, J. y A. Buckareff, eds.,(2010): Causing Human Action: New Perspectives on the Causal Theory of Acting, Cambridge MA., MIT Press.
  • Bishop, J. (1989): Natural Agency: An Essay on the Causal Theory of Action, Cambridge, Cambridge University Press.
  • Brand, M. (1984): Intending and Acting: Toward a Naturalized Action Theory, Cambridge, Mass., MIT Press.
  • Bratman, M. (1987): Intention, Plans, and Practical Reason, Cambridge, Mass., Harvard University Press.
  • Goldman, A. (1970): Theory of Human Action, Englewood Cliffs, N.J. Prentice-Hall.
  • Hornsby, J. (1980): Actions, Londres, Routledge and Kegan Paul.
  • Mele, A. (1992): Springs of Action: Understanding Intentional Behavior, Nueva York, Oxford University Press.
  • Mele, A. (2003): Motivation and Agency, Nueva York, Oxford University Press.
  • Mele, A. (2018): Intenciones efectivas, Herder Editorial, Barcelona.
  • Mele, A., ed., (1997): The Philosophy of Action, Oxford, Oxford University Press.
  • O’Connor, T. y C. Sandis, eds., (2010): A Companion to the Philosophy of Action, Londres, Wiley-Blackwell.
  • Searle, J. (1983): Intentionality, Cambridge, Cambridge University Press. [Searle, J. (1992): Intencionalidad, Tecnos, Madrid].
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